Escribe: Camila Orchard
Después de aquellas clases que te hacen sentir que acabas de descubrir el mundo, se pusieron a hablar. Hablaban con ese mismo tono que tienen los que descubren cosas en las películas o tal vez con ese mismo tono de voz que utilizaba el narrador de cuentos. Uno de ellos parecía contrariado. A su
alrededor sucedían cosas que no podía llegar a entender.
-¿Estás rebelde?
No es contra el mundo.
-¿Entonces?
Una larga caverna subterránea, los niños que se convirtieron en hombres están atados por el cuello y por las piernas para mantenerlos quietos, para que miren al interior de la caverna. La caverna se encuentra alumbrada por el fuego. Ellos no pueden ver el fuego. Un camino se abre paso entre el fuego y la caverna, a lo largo de este se ha construido un tabiquillo como el que usan los titiriteros para que puedan esconderse mientras muestran las historias de sus títeres. Y así como los titiriteros nos muestran las historias que crean, los hombres atados les crean historias a las sombras. Las sombras son las de los objetos que ciertos hombres transportan por el camino con el tabiquillo, y es por el tabiquillo que pueden verse solo los objetos, mas no los hombres. Algunos de estos hombres hablaban al caminar, sus voces eran atribuidas a los objetos. Pero, ¿qué pasaría si desatásemos a uno? Ahora el podría caminar fuera de la cueva, tendría que enfrentarse a la luz. Odiaría la luz, lo dejaría ciego y no creería en lo que ve. Ve el mundo tal cual es. ¿Y qué pasaría si llega a acostumbrarse? Podría ver mejor las sombras, que se transformarían en hombres, en objetos reflejados en el agua, en los objetos mismos, en la noche, en el día y en el sol que hace todo visible. El hombre que pudo ver se siente feliz y entiende que vivía una mentira.
-¿Qué clase de mentira?
Los enanos tenían la puerta al Edén en frente, para ellos eso era una mentira. Lucy apenada pidió a Aslan que los ayude. Aslan creó un banquete para ellos, los enanos comenzaron a comer. La comida para ellos era pura ilusión, seguro debían de ser invenciones de su mente. No había manera de hacerles entender. Por más que no fuesen ciegos, ellos no veían nada.
-Pero el hombre sí
El hombre quiso compartir sus conocimientos, volvió a la caverna a debatir sus ideas y nadie le creyó. Sus ojos debían de haber quedado atrofiados por la luz, estar afuera debió de perjudicar su mente. Pero lo esencial es invisible a los ojos, dice una frase de El Principito.
- No entiendo.
Si Alan Turing no creía en el poder de la inteligencia artificial no se inventaban las computadoras, habría demorado más la Segunda Guerra Mundial, habrían muerto más personas. Si Einstein no creía en él, le habría afectado el comentario de su profesora, tal vez habría sido visto como un chico que no podía con el colegio, cuánto tiempo mas habríamos esperado para escuchar que E= mc2. Si Sócrates y los demás filósofos griegos no se atrevían a desafiar lo habitual, a compartir su conocimiento, no sabríamos lo que sabemos ahora.
-A Sócrates lo asesinaron, lentamente.
El hombre de la caverna, el único que pudo ver, también murió. Sus compañeros no soportaron sus conocimientos y decidieron que estaban mejor sin él. Sin embargo, lo que es hermoso es bueno y quien es bueno pronto será hermoso, dice Safo. Y a Sócrates lo conoces y lo respetas. Aunque no necesariamente coincidas, en cambio quienes lo mataron se han perdido en los hilos del olvido.
César Vallejo murió pobre de dinero, criticado. Sus contemporáneos supieron mostrar sonrisas frente a su poemario Los Heraldos Negros, pero cuando presentó Trilce nadie quiso “ver”. Las críticas de quienes le habían sonreído se hicieron claras y de gran volumen. Su viuda Georgette de Vallejo fue quien terminó de publicar su obra. Vallejo no quiso saber nada más de eso mientras vivió. A veces hay algunos que si saben “ver” como Georgette. Ahora es parte de la cultura conocer Masa y es tema de orgullo analizar un poema de Trilce.
- El mito de las Cavernas del libro La República de Platón, Las Crónicas de Narnia “La última batalla”, Turing, Einstein, Sócrates, Vallejo… ¿A qué quieres llegar?
Lo único que necesitamos para convertirnos en un buen filósofo es la capacidad de asombro, leí en el libro El mundo de Sofía de Jostein Gaarder. Y “ver”. No es que busque convertirme en un filósofo, es tan solo que me cansé de no asombrarme al ver y de ver como la gente tampoco lo hace.
Mira, esa persona tiene una personalidad bella, es buenísima, parece feliz. Hable con él o ella un día, y quise ver como se veía a sí mismo/a. Definitivamente no se veía como lo hacía yo. Para esa persona su espejo personal estaba lleno de borrones, tachones y moteado en grises.
-¿Y el mundo?
Supongo que la Tierra habrá mandado su espejo en alguna estrella fugaz esperando que nunca más vuelva.
-¿Y el amor?
Ese es complejo, mejor no me preguntes porque la mayor parte del tiempo no lo comprendo.
-¿Sabes ver?
Intento. Cuando no puedo hacerlo más pregunto. A veces creemos que todo debería tener mucha lógica y no está mal. Es bueno usar la razón, es bueno obrar con practicidad. Pero no me gustaría olvidarme de eso más que sale de las barreras de lo que parece obvio. De esas preguntas que parecen muy simples y a veces tienes miedo a hacer porque crees que no “deberías”, de las respuestas que parecen fuera de tema pero que en realidad son la consecuencia de la unión de muchas ideas que llegan a una conclusión. No quiero olvidarme de que no vivo para el mundo y que puedo formar mi propio espejo que va más allá de lo que uno puede ver. Y eso me lo recuerdan las personas cuando se dejan ver y encuentro lo que jamás imagine.
Si pudiésemos mirar más allá de nuestras barreras, de los prejuicios y no tolerar, sino aceptar, tal vez entonces la Tierra mandaría a traer su espejo de vuelta.
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