miércoles, 2 de abril de 2014

La proliferacion de los pacientes

Escribe: Youssef Abi-Fadel


Hace unos días me junté con un amigo a tomar un café y conversar, como casi siempre, sobre política y sus derivados. El ánimo estaba al tope en el contexto de las manifestaciones en Venezuela y Tailandia, la guerra civil en Siria y el referéndum en Crimea (con los subsecuentes castigos financieros que se avecinan para la Federación Rusa) y en cierto momento de mi fastuoso monólogo de la separación de Escocia del Reino Unido, mi compañero señaló: “Pero no debería haber una regulación en relaciones internacionales, para eso se supone que existen la ONU, OEA, … nunca se sabe si habrá una guerra”; hubo una mirada cómplice y las risas brotaron espontáneamente ¿Será que los líderes actúan de la misma manera al tomar decisiones de relevancia mundial?


La razón de nuestras carcajadas es bastante simple: los organismos internacionales han perdido peso y se han convertido en figuras de política similares a las de un monarca europeo o un saludo a la bandera, en que la pasividad de las mismas y su subordinación a los intereses de las naciones por encima del sistema internacional se han convertido en rúbrica. De acuerdo con la escuela liberal, la proliferación de instituciones internacionales, integración económica y democracias debería ser suficiente para consolidar la cooperación internacional; sin embargo, lo que soñaron estos estudiosos en su momento parece más parte de una concepción utópica del mundo de hoy. 


Aunque ¡ojo! Los procesos se cumplen tal y como fueron preconcebidas las susodichas instituciones, así que todo debería estar tal y como se supone que sería óptimo. En la OEA se sometió a votación si la presentación de María Corina Machado debía ser pública o privada (“por la transparencia”), en Crimea se aplicó la libre determinación de los pueblos, en Tailandia nadie puede comprobar los vínculos entre la actual primer ministra y su predecesor derrocado en 2006 y así sigue la historia. Esto puede entenderse de dos formas: las bases de las instituciones creadas luego de la Segunda Guerra Mundial son obsoletas y requieren de profundas reformas ante una realidad inherentemente dinámica; o las instituciones efectivamente están cumpliendo los objetivos para los cuales fueron creados y en realidad lo hacen de manera formidable.

¿Les perturba la segunda opción? Déjenme plantar la polémica, es entretenido, paranoico, pero no lo descarten por eso. Si algo se había aprendido del periodo de entreguerras es que las instituciones internacionales no pueden ser un vehículo de consolidación de revisionismos, es decir, aquellos países que desean modificar el orden regente, de ser presionados o verse fuera del sistema, pueden ver justificado su accionar si el orden los presiona. Según Vladimir Putin esta sería la razón de la imagen que emana su nación que, al parecer, estaría en la búsqueda de devolver su gloria al imperio ruso; Putin sostiene que la OTAN le sirve a occidente para "empujar" a Rusia y que ello da a entender que la Guerra Fría no habría acabado, sino que se tomó un respiro para una nueva era (aun más preocupante pues el factor ideológico ya no está presente). Esta imagen de la OTAN como instrumento de EE.UU. y sus socios hegemónicos puede ser similar a la que se percibe en la OEA y la UNASUR, en las cuales, en sus diferentes instancias, se ha avalado la impunidad ante la ya evidente actitud totalitaria de la revolución bolivariana de Nicolás Maduro, ello porque Venezuela consigue los votos necesarios gracias a países sudamericanos que dependen económicamente del petróleo a bajo precio y a una multitud de satélites centroamericanos cuya población en conjunto es menor a la peruana (suena muy parecido a Burga y sus acomechados en las ligas departamentales).

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a través de su Corte se compromete en casos de defensa de derechos humanos de terroristas en el Perú, pero organismos homólogos no actúan con la misma rigurosidad para denunciar la desigualdad de derechos en contra de la mujer en Arabia Saudí (como sí lo ha hecho en Irak). Ni siquiera Libia fue denunciada, su petróleo alimentaba al sur de Europa, la “primavera” llegó sola porque las estaciones son naturales y aun no se sabe si Medio Oriente se dirige al verano o al invierno con las medidas que toma unilateralmente la Hermandad Musulmana, incluso Bashar Al Assad es un dictador violento, pero se me crispan aun más los pelos al pensar en Al Nusra y la ISIS opositoras como gobierno de “ancha base”. 

Es claro que las instituciones tienen una doble moral, quizás por intereses políticos, económicos o de repente una tergiversada versión del balance de poder, aunque tristemente pareciera más bien que las propias ONU, OEA y demás reconocen su propia pérdida de legitimidad y credibilidad, se meten con quien pueden y no con todos los que deben.

Quizás Putin, desde su perspectiva, tiene una visión del mundo y la historia que los occidentales nos negamos a ver y que por temor (a lo desconocido) condenamos en base a prejuicios o imágenes caricaturizadas de otras realidades. Quizás las risas que compartí con mi compañero no deberían ser así, o tal vez tenemos la razón, ojalá no sea esto, me gusta pensar que la ONU es inclusiva y activa, pero la realidad dice que es el club de los “chicos populares” y el hogar de una paciencia y condescendencia exasperantes.



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