domingo, 20 de marzo de 2016

Respeto y debates: ¿Dónde quedaron?

Escribe: Santiago Paz

Probablemente el proceso electoral del 2016 será recordado como uno extraño y polémico. Todavía falta la recta final, pero existen situaciones preocupantes sobre las que debemos reflexionar. Más allá de la legitimidad del presidente entrante – situación delicada – parece que nos hemos olvidado del porqué de una democracia y cuál debería ser nuestro foco de atención: un debate serio y respetuoso de propuestas para el país. Estamos más preocupados en desprestigiar o atacar a los demás por su voto, que en discutir las propuestas de los candidatos sin caer en simplificaciones o bajezas ridículas. Deberíamos preocuparnos.

¿Cuál es el principal reto que enfrentamos? ¿Con qué recursos contamos? ¿Cómo lo vamos a hacer? ¿Qué país queremos en el 2021, bicentenario del Perú independiente? Todas son preguntas importantes, y tienen distintas respuestas dependiendo a quién se las hacemos. De por sí, es difícil responder estas cuestiones para el candidato que apoyamos y menos nos preocupamos en siquiera entender los planteamientos de otros. Ahora que han entrado a la pelea proyectos políticos con visiones diferentes de desarrollo, es fundamental un intercambio de ideas y un debate respetuoso.

A falta de debates de ideas, abundan  los ataques superficiales a distancia o en las redes sociales...
Falta menos de un mes, tenemos muchos chismes pero no debates. El centro de la atención son los jurados electorales y no son los proyectos para el país. Se refleja en las encuestas que los peruanos queremos un cambio, que no estamos contentos con la manera cómo se maneja la política en el país; pero no se están discutiendo soluciones. En el Perú, el presidente y los políticos mantienen aprobaciones muy bajas; a pesar de ello, la democracia se mantiene y se defiende (esperemos que se continúe así). Sabemos que ese es el camino, pero no tenemos idea de cómo recorrerlo, o bien todos creemos ser dueños de la única e infalible receta para hacerlo.  

Los 5 años que se vienen no van a ser fáciles, en especial si se compara con los últimos 15. No vamos a contar con los recursos económicos frutos del crecimiento elevado y el boom minero, los cuales permitieron proyectos y programas ambiciosos en gobiernos pasados. Además, se presenta el gran reto de fortalecer las instituciones en vía a los 200 años de República. Una candidata parece fija para la segunda vuelta, mientras el segundo lugar se pelea entre tres opciones. Son tres alternativas serias y respetables que han sabido encontrar un espacio en medio de tantos postulantes. 

Imposible encontrar una foto donde los candidatos hayan coincidido y discutido ideas cara a cara.
Quiero insistir con este punto de respeto porque todos se lo merecen. Solemos exigir respeto en otros contextos, pero en procesos electorales parece perderse. Podemos estar en desacuerdo y no entender las propuestas de otros candidatos, pero ello no implica atacar sin fundamentos o simplemente compartir información para generar confusión. Ya lo hemos tenido en estas elecciones, en exceso.  Por un lado, las comparaciones con Venezuela, que llegan a extremos vergonzosos, ya deberían quedar fuera de la discusión: somos un país con retos diferentes. Por otro lado, insistir con temas de aparente nacionalidad o edad, tampoco deberían utilizarse para atacar a otros; y peor aún, descalificar a candidatos por gestos superficiales.

Cambiemos de estrategia, debatamos propuestas y revisemos el liderazgo de los candidatos.  ¿Reducir la desigualdad es la mejor manera de luchar contra la pobreza, ahora que el crecimiento se reduce? ¿Cuáles son nuestras prioridades en proyectos de infraestructura? ¿Cómo se van a prevenir y solucionar los conflictos sociales? ¿Quién debe liderar las reformas en educación y salud? ¿Cómo aumentar la productividad de las microempresas: créditos más baratos, mayor regulación sobre las tasas intereses, más asesoramiento? Planteo estas preguntas porque los partidos plantean respuestas diferentes y en algunos casos opuestas.  Las mismas responden a diferentes diagnósticos y han mostrado tener el respaldo de sectores de la población. A partir de allí exijamos algo: más debates, más respeto.


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