miércoles, 30 de marzo de 2016

Un tango sin pareja

Escribe: Rick Prieto


Tras sus primeros cien días de gobierno, el nuevo presidente argentino, Mauricio Macri, ha dejado en claro que no desperdiciará un minuto en implementar las reformas económicas que el país del tango pide a gritos. Las políticas intervencionistas y populistas de la pareja Kirchner dejaron a la economía distorsionada, las arcas fiscales en negativo y a Argentina aislada de los mercados internacionales de crédito. Sin embargo, este proceso de normalización será costoso en el corto plazo. ¿Será la población paciente, o terminará Macri bailando un tango sin pareja?

Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia en 2003, heredó un país devastado por la crisis financiera. Al implementar un régimen enfocado en la intervención del Estado en la economía, su gobierno enfatizó la “equidad social”, lograda a través de transferencias, subsidios a la energía y el transporte, el control de precios de bienes de primera necesidad, sobreempleo en el aparato estatal y ajustes salariales para compensar la inflación. A pesar del enorme costo fiscal que esto representaba, la sostenida demanda global por sus productos de exportación logró evitar un déficit por muchos años. 

Si bien el crecimiento económico fue notable en un inicio, el costo de los subsidios aumentó exponencialmente - de US$ 1.6 mil millones en 2005 a US$ 18.1 mil millones en 2011 (4% del PBI), de tal manera que la posición fiscal del país se fue erosionando año tras año. Además, el aislamiento de los mercados internacionales de crédito tras su default en 2001 privó a Argentina de la posibilidad de una importante fuente de divisas extranjeras, lo que, sumado a la mayor demanda de dólares de los ciudadanos para protegerse de la inflación, derivó en la decisión de Cristina Fernández de establecer rígidos controles cambiarios desde 2011.


Con la elección de Mauricio Macri, las reformas no se hicieron esperar. En su primera semana de gobierno, el nuevo presidente eliminó los impuestos a las exportaciones de productos agrícolas, como el trigo, maíz y carne; los redujo para la soya, el principal producto de exportación de la nación; y levantó los controles cambiarios, lo que llevó a una devaluación de 40% del peso argentino. Por un lado, el aumento en las exportaciones permitirá, poco a poco, recuperar las reservas de divisas extranjeras que fueron drenadas para mantener al peso sobrevaluado por años. Por el otro, la libre movilidad de capitales facilitará la reactivación de la inversión extranjera directa, rezagada en comparación con otros países de la región.


Asimismo, en sus primeros cien días de gobierno, más de 29 mil trabajadores estatales han sido despedidos, en un intento por reformar un aparato estatal altamente burocratizado, donde entre 5% y 7% de los trabajadores no se presentaba a trabajar, pero aún así continuaban cobrando cerca de US$1.4 mil millones en salarios. Por otro lado, se eliminaron los subsidios a la energía, equivalentes a 2% del PBI. Como consecuencia, las tarifas de electricidad se han disparado en alrededor de 200%. Con el ajuste a la realidad de los precios, se espera que se haga una asignación más eficiente de la electricidad, pues el sector se encuentra en crisis de capacidad debido a la ausencia de inversiones en los últimos años.

Su decisión más audaz, sin embargo, ha sido negociar el saldo de su deuda con los holdouts: fondos extranjeros que adquirieron los bonos en default de Argentina en 2001 y que se negaron a aceptar las reestructuraciones de 2005 y 2010, optando por exigir el pago completo. A diferencia de Cristina Fernández, quien siempre se mantuvo confrontacional, antagonizando a los que ella denominó “buitres”, Macri comprendió la importancia de normalizar las relaciones de su nación con los mercados de crédito. Rápidamente, llegó a acuerdos con sus principales acreedores por US$7.1 mil millones, aunque estos todavía deben ser aprobados en diferentes instancias del gobierno. El Ministro de Economía planea una emisión de bonos por US$15 mil millones este año, con el objetivo de saldar su deuda previa y recuperar la confianza de los inversionistas. 

A pesar de todo, las reformas no se llevan a cabo sin costo alguno. La devaluación del peso impulsó el costo de los bienes importados. Como consecuencia, la inflación anual, de por sí alta, se ha elevado por encima de 30%, pese a que el gobierno esperaba mantenerla en el rango de 20-25%. Los sindicatos de trabajadores están exigiendo una actualización salarial de la misma magnitud, lo que mantendrá las presiones al alza sobre los precios. En el mismo sentido, el ajuste en las tarifas eléctricas afectaría no solo la capacidad adquisitiva de los consumidores, sino también dispararía los costos para las empresas. Finalmente, el pago a los holdouts ha generado descontento en cierta parte de la población, quienes consideran que están siendo exprimidos por un grupo extranjero de especuladores.

Si bien los índices de apoyo al presidente permanecen por encima del 50%, una vez que pase la luna de miel electoral, durante la cual Macri ha podido culpar a su predecesora por el terrible estado en el cual recibió a la nación, los ciudadanos exigirán resultados. En el corto plazo, las reformas limitarán el crecimiento de Argentina: el consenso de analistas es que se espera una contracción de 1.1% de la economía en 2016, aunque también una recuperación de 3.5% en 2017. Sin embargo, la paciencia de los ciudadanos tiene limites: el repunte de la inflación y el súbito recorte de subsidios generarán descontento si no vienen acompañados de resultados visibles. Por ello, el presidente Macrid deberá ser cauteloso en la forma en la cual continúa reestructurando el presupuesto fiscal. De no ser así, podría perder el respaldo de la ciudadanía y de otras bancadas del congreso, y terminar bailando un tango en solitario. 




























No hay comentarios.:

Publicar un comentario