Escribe: Bożena Zakrzewski
Hace un par de días llegó a mis manos “Disfraces y extravíos”, libro escrito por Miguel Giusti. En él se tratan temas diversos que giran en torno al cuidado del alma mas no como un texto de autoayuda sino como un texto que invita a reflexiones filosóficas. “El sabor del saber” es uno de sus primeros ensayos el cual me causó gran satisfacción particularmente porque se aborda el “saber” desde una perspectiva etimológica y cultural.
Hace un par de días llegó a mis manos “Disfraces y extravíos”, libro escrito por Miguel Giusti. En él se tratan temas diversos que giran en torno al cuidado del alma mas no como un texto de autoayuda sino como un texto que invita a reflexiones filosóficas. “El sabor del saber” es uno de sus primeros ensayos el cual me causó gran satisfacción particularmente porque se aborda el “saber” desde una perspectiva etimológica y cultural.
Para los latinos; es decir, para
los hablantes de lenguas descendientes del latín, el concepto del saber está
relacionado a dos definiciones: el del conocimiento y el del gusto. Por
ejemplo: “ella sabe hablar inglés” y
“esta sopa sabe mal”. Dicho esto, el
autor invita al lector a cuestionarse si el saber, en cuanto al conocimiento de
algo, puede prescindir del saber en su segunda acepción. Sin embargo, la
impresión de que el saber está ligado al sentido del gusto para los latinos
permanece.
Por otro lado, para la cultura griega, el verbo saber está relacionado al verbo griego eidenai, que en su sentido literal significa mirar. A su vez, este verbo está vinculado a eidos; es decir, idea que
está asociado a “imagen”, “figura” y “forma”. Claramente para los griegos el
saber está ligado al sentido de la vista. En adición, Giusti menciona el ensayo
“La cicatriz de Ulises” de Erich Auerbach en el cual se sostiene que a
diferencia de las otras culturas, la hebrea está asociada la vista pues hay un
dios que no tiene imagen pero que es escuchado por el pueblo.
La fascinación por este capítulo me llevó a conversar con unos amigos y, durante el intercambio de ideas, surgió la pregunta: ¿sigue siendo para nosotros el saber algo sensorial? En mi opinión, es difícil tener una respuesta certera. Lo primero que vino a mi mente fue el concepto de “modernidad líquida” acuñado por Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo polaco. En estos tiempos modernos, todo “fluye”, como los líquidos: no hay una forma definida, sufren cambios. En este sentido, ¿acaso el saber no ha pasado de lo sensorial a algo más mecánico? ¿Dónde con un click accedemos a los conocimientos de otros?
Diseños, colores. Autor: Ricardo Siri Liniers |
La fascinación por este capítulo me llevó a conversar con unos amigos y, durante el intercambio de ideas, surgió la pregunta: ¿sigue siendo para nosotros el saber algo sensorial? En mi opinión, es difícil tener una respuesta certera. Lo primero que vino a mi mente fue el concepto de “modernidad líquida” acuñado por Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo polaco. En estos tiempos modernos, todo “fluye”, como los líquidos: no hay una forma definida, sufren cambios. En este sentido, ¿acaso el saber no ha pasado de lo sensorial a algo más mecánico? ¿Dónde con un click accedemos a los conocimientos de otros?
Y ustedes, ¿qué opinan?
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