El 2016 inició con renovados conflictos entre naciones del Medio Oriente, ataques terroristas del Estado Islámico y una proliferación de gobiernos incapaces de estabilizar la situación política y social de golpe, sin tonos de gris, sin “propuestas vainilla”. Está bien, no es ninguna novedad, los árabes siempre se están disparando, no big deal. Bueno, en esta nueva temporada en “How to blow up the Middle East” se han reavivado históricas tensiones entre los dos principales contendientes por la hegemonía en la región: en la esquina roja la Arabia Saudí de la monarquía sunita Al Saud y en la esquina azul la República Islámica de Irán liderada por el Ayatollah Khomeini. ¿Qué es exactamente lo que está ocurriendo entre estos países? ¿Por qué c#$%^ debería importarme? Le puedo responder con mucha paciencia la primera pregunta queridos lectores, la segunda está en ustedes y sus mentes ávidas de conocimientos (?).
El origen de la enemistad entre saudíes e iraníes radica en primera instancia en las radicales diferencias religiosas entre las mayorías y gobiernos de cada estado. En el caso de Arabia Saudí se trata de un país de mayoría sunita (también mayoría global con más del 80% del total de la población musulmana), gobernado por la Casa Real Al Saud desde 1774. Irán es por el contrario uno de los pocos países junto a Iraq, Líbano y Yemen de mayoría chiita, cuyo Líder Supremo es el Ayatollah Khomeini, apoyado por el Consejo de Guardianes y un presidente electo democráticamente, hoy Hasan Rouhani. La oposición al interior del Islam es con toda seguridad mucho más radical que entre musulmanes y otras religiones. La rivalidad entre ambos países se consolidó entre 1978, año de la rebelión de los chiitas del este saudí apoyada política y militarmente por Irán, y 1979, año de la Revolución Islámica que derrocó al Shah Reza Pahlavi y instauró el régimen iraní moderno. A partir de entonces ambos países entraron en la dinámica de la Guerra Fría, Irán apoyado por la URSS (hoy la Rusia de Putin) y Arabia Saudí por EE.UU. (conveniencia petrolera y ojos tapados a la violación de DD.HH.), el tema entorno a Israel ha sido de los de mayor polémica y las acusaciones de apoyo al terrorismo no han sido el único fuego cruzado.
En el contexto de la lucha entre el bloque ruso y el bloque norteamericano, Irán y Arabia Saudí se erigieron como los líderes regionales más potentes, con mayores recursos económicos y militares para imponerse en Medio Oriente. Varios fueron los escenarios en los que se enfrascaron ambos bandos: declaraciones respecto a la guerra en Afganistán y las tensiones entre Pakistán y la India, posiciones diametralmente opuestas respecto a Kuwait e Iraq, y más recientemente el apoyo a gobiernos o rebeldes en los conflictos en Siria y Yemen. Es más, la salida de las tropas estadounidenses en 2011 de Iraq dejó a la región carente de un comisario occidental e impulsó a ambas naciones a reiniciar la carrera por el trono del mundo árabe, los saudíes muy bien posicionados en el Consejo de Cooperación del Golfo y la OPEP, Irán apoyando a Hezbolá en el Líbano y los houtíes en Yemen (golpe bajo a los intereses saudíes).
Muy bien, se odian, no como Perú y Chile o el Barza y el Madrid, es una pugna de poder y potencial guerra con varios frentes latentes por explotar, los recursos suficientes para bombardear todo lo que se mueva y la convicción para eliminar a los infieles. ¿Cómo es que esta relación tormentosa vuelve a estar en el ojo de la tormenta? ¿Resaca de fin de año y diablos azules? No, nada de eso. El pasado 2 de enero en la capital saudí de Riad fue ejecutado el clérigo chiita Nimr Baqr al-Nimr, líder político y religioso de la minoría chiita del este de Arabia Saudí que se oponía al régimen de la familia real Al Saud e impulsó manifestaciones en 2011 y 2012. Detenido por un régimen que trata a los chiitas como ciudadanos de segunda categoría y limita sobremanera los derechos de las mujeres, al-Nimr fue ejecutado junto a terroristas de Al Qaeda y convertido en un mártir en Irán, donde había sido formado e iniciado su carrera política. La reacción en Teherán fue iracunda, turbas incendiaron la embajada saudí (para los que han visto Argo esto no debería ser ninguna novedad). El efecto dominó continuó y Arabia Saudí rompió relaciones diplomáticas con Irán, arrastrando por la misma vía a Bahrein, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, tratando de aislar a la nación de Rouhani. En medio de los conflictos entre ISIS, kurdos, varias agrupaciones rebeldes de Siria e Iraq, Rusia y la OTAN, esta movida política de Arabia Saudí, el añadir un nuevo ingrediente al caos en el mundo árabe parece errática, pero no, es premeditada… y aquí es donde viene la sección “paranoia, teorías conspirativas y más random facts de Youssef”.
¿Por qué después de 4 años de arresto recién ejecutan a al-Nimr a sabiendas de la reacción de Irán? ¿Qué puede ganar Arabia Saudí, si no es debilitar cualquier esperanza de paz? Bueno pues, queridos lectores recordarán que hará ya casi 10 meses escribí un artículo sobre los acuerdos nucleares entre Irán y la OTAN, los cuales entraban en rigor en 2016 y acercaban a Irán a EE.UU. y dejaban de lado a Arabia Saudí, acababan los bloqueos al país persa y podía exportar petróleo. En mi humilde opinión, ejecutar a al-Nimr y polarizar la región se da como un intento desesperado por mantener la hegemonía ganada a punta de petrodólares y dobles caras políticas (no dudo del apoyo a terroristas suníes para derrocar a al-Assad en Siria o de acuerdos en la OPEP para controlar el precio y stocks del crudo). Aislar a toda costa a Irán. Divide y reinarás como dice Eduardo Dibós.
Lo que traiga la nueva temporada de su programa favorito esperemos no sea más de lo mismo, ya nos acostumbramos a que la gente se muera como hormigas en el mundo árabe. ¿Nos acostumbramos, en serio?
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