Escribe: Verónica Díaz
Llego la hora de poner en práctica el #PlanVerano2016 pero tus esfuerzos puede que se vean un poco frustrados por más que el costo de tu chía, linaza, leche de almendras y alimentos orgánicos que puedes pensar al momento de comenzar tu régimen de alimentación saludable...
Llego la hora de poner en práctica el #PlanVerano2016 pero tus esfuerzos puede que se vean un poco frustrados por más que el costo de tu chía, linaza, leche de almendras y alimentos orgánicos que puedes pensar al momento de comenzar tu régimen de alimentación saludable...
Tiempos desesperados requieren
medidas desesperadas, y como muchas personas llegado el verano, o cerca de él,
decidí volver a mis “hábitos saludables” que a veces son difíciles de sostener
tratando de manejar las clases y el trabajo #PlanVerano2016. Así que entre las
medidas que tomé… decidí hacer un “detox” (?)[1].
Luego de la mitad del día, la sensación de querer masticar algo me consumía y
sonaba una y otra vez en mi cabeza la frase que leí en las instrucciones: “recomendamos
hacer un detox una vez a la semana” #YouKiddingMeRight?. La idea de hacer un
detox surgió porque me metí a hacer ejercicio en un centro en el que me dieron
diferentes recomendaciones saludables: consumir menos carne , no consumir
lácteos, y hacer un detox de vez en cuando. Así que dije: ¿por qué no? Para
serles sincera, al día siguiente en verdad sí me sentí bien y desde que volví a
hacer ejercicio siento que tengo más energía en el día (con excepción de los
días en los que siento que no puedo moverme). Ahora, de hecho hablando con amigas
o escuchando por ahí a veces me preocupa las medidas que tomamos en “tiempos
desesperados” y la nueva ola de alimentación saludable: “la dieta del atún y la
piña”, cortar todas las azúcares, cortar todas las grasas….
Paradojas, estudios y contradicciones
Hace poco la OMS clasificó a las
carnes rojas y procesadas como causa de cáncer (Lea también: http://voz-actual.blogspot.pe/2015/10/terminar-una-relacion-entre-la-carne-y.html).
Esto nos destrozó el corazón a muchos, y la respuesta inmediata en los medios
de comunicación fue: ¿qué va a pasar con los productores? Independientemente
del shock a la oferta y demanda que alarmó a muchos, de hecho se sabe que muchas
dietas sí recomiendan reducir el consumo
de carnes rojas. No soy una especialista en nutrición, así que le dejaré este
debate a los estudios, pero nuestros autores favoritos del blog, Stephen Dubner
y Levitt en diferentes publicaciones han aludido a algunas paradojas y estudios
referidos a la alimentación que quisiera compartir.
Emily O’Mara[2],
quien formalmente es una consultora de empresas, pero amante de la comida
chatarra, en su búsqueda de la hamburguesa ideal, realizó una “dieta” en la
cual consumió dos hamburguesas por semana por todo un año. Dentro de sus
resultados, además de encontrar su hamburguesa ideal, mantuvo un control de su
peso, colesterol y triglicéridos. Y bueno… todos se mantuvieron similares con
excepción de los triglicéridos que bajaron… ¿La explicación? Se la atribuimos a
lo que llamamos “compensatory behaviour” (comportamiento compensatorio (?)). Esto
quiere decir que cuando queremos añadir un poco más de riesgo en algún aspecto
de nuestra vida, vas a querer disminuir riesgo en otra área de tu vida como
medida de precaución. Así que Emily empezó a hacer un poco más de ejercicio y
comer más sano el resto de los días como forma de contrarrestar su conducta.
Otra forma de verlo podría aplicarse a cuando sabes te vas a “empujar” un pavo
completo en la noche de navidad, en el almuerzo decides comer una modesta
“ensalada”.
En cuanto a la segunda
recomendación que me dieron en el lugar en el que estoy entrenando… me acordé
de una amiga vegetariana que me contaba de lo pésima que es la leche y los
múltiples documentales que existen sobre la producción de lácteos… así que me
puse a indagar un poco. Un estudio realizado por Arellano en el 2012 arrojó que
alrededor de 8 millones de peruanos tendrían “Síndrome de malabsorción”[3],
que puede no estar relacionado directamente con la intolerancia a la lactosa,
pero en este mismo estudio un 25% de los encuestados asoció esto al consumo de
leche[4].
Una cifra a la que llegué reiteradas veces en blogs de nutrición fue que el 75%[5]
de la población sería intolerante a la lactosa, y me preocupé al no encontrar
cifras rápidamente de la OMS, pero de hecho tampoco me sorprendió porque mi
misma amiga vegetariana, así como otros artículos que he leído mencionan,
explican que existe un lobby muy fuerte por parte de los productores de leche,
sobretodo en Estados Unidos (#GotMilk). A partir de esto también me pongo a
pensar y me acuerdo de algunos episodios traumáticos de mi etapa escolar en la
que tenía que tomarme toda mi leche en el desayuno y llegaba con muchas náuseas.
Puede que algo en verdad no estaba bien… #TresTresTresVasosDeLecheAlDía. Podría
hablarles de la nueva dieta de una amiga libre de glúten… pero esa sería otra
historia.
Ahora, mi verdad, es que amo las
galletas, los helados y el chocolate, y me cuesta dejarlos o al menos reducir
mi consumo. En otra publicación de Freakonomics, Jo Robinson[6],
una periodista de investigación especializada en nutrición, menciona que esta
ola de problemas nutricionales que han saltado a la luz surgen porque nos
acostumbramos a comer netamente por placer y no por el fin de nutrirnos.
Explica que los humanos hemos sido programados para preferir comidas altas en
carbohidratos, azúcares y aceites porque no los encontrábamos en la naturaleza
de manera tan fácil. Un estudio que ella menciona realizó un experimento sobre
alimentación en hombres con sobrepeso y riesgo cardiaco. Se les agregó una
ración de fruta al día a la dieta de un grupo y a otro no, siguiendo esta frase
de “una manzana al día aleja al doctor”, pero finalmente los hombres que
comieron la fruta tenían grados más elevados de triglicéridos y esto se le
atribuyó a la variedad de manzana que consumieron que era muy alta en azúcar y
baja en antioxidantes, que irónicamente es la más accesible en el supermercado…
[7]
El boom de la alimentación saludable
Estamos en toda esta onda de ser
más consientes sobre nuestra alimentación y lo podemos ver por el incremento en
la oferta de productos saludables disponibles en el mercado #ChíaComoCancha, nuevas máquinas
expendedoras, nuevos restaurantes, más bioferias, el corredor de comida orgánica
y libre de gluten en algunos supermercados (?). Pero cuando te fijas bien en
los precios de estos alimentos o como algunos podríamos verlo… el costo en el
que incurrimos en buscar estos alimentos, en verdad se hace un poco más
caro. Puede que Perú sea un país
privilegiado en términos del acceso que tenemos a mercados muy cerca de tu casa
a diferencia de otras partes del mundo y que puedas tomar un jugo fresco en el desayuno
a diario, pero si comparas con el precio de alimentos orgánicos en las
bioferias te das cuenta que aún así hay algo que no cuadra del todo… Quisiera
ver un poco como han evolucionado los precios de los alimentos en estos últimos
años y sacar algunas conclusiones:
Fuente: INEI, 2015
Fuente: INEI, 2015
Si bien los gráficos no están ajustados por inflación y el poder adquisitivo ha aumentado en el país, con lo cual puede que este aumento esté yendo de la mano con estos factores, un kilo de tomates en una bioferia pueden costar hasta S/. 10.00 (tomates orgánicos sin preservantes) mientras que en un supermercado estarían a S/.3.50. Entonces en la realidad, es fácil percibir que alimentarte saludablemente en Perú, si bien es más factible que en otras partes del mundo, igual es más costoso. Ahora, como mencionaba
anteriormente, no solo es un costo en
términos de precios si no en términos de tiempo... Hemos sido criados en una
sociedad que ya está acostumbrada a que la comida la podamos preparar rápido y que
las actividades del hogar ya no giran en torno a la preparación del almuerzo,
el lonche y la cena, como alguna vez mi papá me habrá contado que sucedía en su
casa. Si bien no todas las familias peruanas le pagan a alguien para que pueda
cocinar, la persona que se encarga de hacerlo también busca incurrir en la
menor cantidad de tiempo posible para hacerlo porque probablemente se dedique a
otras labores en el hogar. Buscamos recetas fáciles o no pensar mucho en
elaboración del menú por ejemplo. La pregunta de ¿qué quisieras comer es un
poco pesada? Al menos a veces es un poco pesada para mí cuando me preguntan en
mi casa que se quisiera que se cocine. Las elecciones que estamos haciendo le
dan más valor a nuestro tiempo que en nuestra nutrición o salud…
El rol del Estado
¿Entonces, que hacemos? Aquí,
algunos mencionarían que debería entrar en acción el Estado. En un artículo
para el New York Times, Dubner y Levitt mencionan que el economista Kevin
Murphy calculó que una hamburguesa con queso, o tu popular “cheese” cuesta
$2.50 más que una ensalada en términos de salud en largo plazo[8].
Entonces, la pregunta es, ok, puedo querer comer lo que me de la gana, pero como
alguna vez un profesor me dijo en una clase de derecho: “Cuando regreso a mi
casa después de un largo día de trabajo, lo último que me provoca comer es
lechuga”. Es cierto. Pero, conversando con otra amiga abogada… esas mismas
personas que están comiendo comida que les está haciendo daño a la salud van a
saturar los servicios del Estado y pedir que los atiendan por ataques al
corazón o alguna otra enfermedad que le está costando recursos al Estad … Asi
que… ¿qué el Estado se involucre en la alimentación de sus ciudadanos o al
menos dar pautas de alimentación? Si, radica en una medida de prevención en
busca de reducir estos costos. Por ok, algunos me dirán, el Estado no tiene
porque restringirme en que consumo en mi esfera privada, y sí, te doy la razón
y estás dispuesto a pagar tu seguro privado, pero no es el caso de la gran
mayoría de la población del Perú[9].
Una primera recomendación que se
me viene a la mente es que se empiece a practicar lo que se predica. El Estado
debería ser el primero en realizar compras de alimentos sanos para los
diferentes programas y eventos que se realicen. Se está promoviendo una ley de
alimentación saludable y desde mi perspectiva, es una medida ambiciosa y sí veo
en retrospectiva, me encantan los cuacuas, chocolates, chizitos y era lo que
más quería cuando era pequeña, pero fui parte de la generación que le mandaban
Tampico y hot dog en la lonchera y regalaba mi mandarina porque no me gustaba…
De hecho no estoy malnutrida y a veces me pregunto como no lo estuve, pero
ahora me cuesta generar hábitos que sé que le están haciendo bien a mi
salud. Si bien los hábitos se forman
principalmente en casa, considero que el colegio es un espacio en el cual sí
deberían de promover estos prácticas y enseñar a los niños a tomar decisiones e
informarlos de que les podría hacer bien a sus cuerpos y su crecimiento, porque
en mi colegio, a mi nadie me lo dijo y a mi amiga de la dieta de la piña y el
atún menos. La ley de la alimentación saludable todavía no se reglamenta,
considero que será un proceso arduo de investigación en función a las
definiciones y hasta cuanto debería intervenir el Estado, pero lo principal que
quiero rescatar es que los adultos deberíamos comenzar a predicar lo que
queremos aplicar en las escuelas. Come más sano, te sentirás mejor, te lo dice
una chica que tomo jugos todo un día para bajar todo el año nuevo…
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[1] Sólo tomar 6 jugos en un día y
ningún otro alimento.
[3] Dificultad
o pérdida de la capacidad del intestino delgado para la normal absorción de uno
o más nutrientes durante el proceso de la digestión.
[4] http://larepublica.pe/24-09-2012/unos-8-millones-de-peruanos-sufren-de-intolerancia-la-lactosa
[5] http://www.alimentacion.enfasis.com/articulos/16347-entender-la-intolerancia-la-lactosa-america-latina
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