Chapa a tu choro y... ¿déjalo paralítico?

Escribe: Adrián Torrejón

Desde hace unos meses suena en nuestro país la campaña “Chapa a tu choro y déjalo paralítico”. Muchas personas, cansadas de tantos delitos, han empezado a tomar la justicia por sus propias manos. Ello ha creado mucha controversia y distintas opiniones a favor y en contra. ¿Es esta la solución adecuada?

Cecilia García es una empresaria y periodista que habita en Huancayo. Ella cuenta que fue testigo de la ineficiente justicia peruana, cuando el ladrón que intentó robar la casa de su vecina fue soltado sin ninguna sanción por la policía local. En ese momento fue que inició la campaña “Chapa a tu choro”. (Ojo, solo eso). Creó la página en Facebook y colgó carteles amenazantes para los delincuentes en su ciudad. ¿Qué buscaba? En primer lugar, asustar a los chorizos (?), y para aquellos que no se atemoricen, organizar a los vecinos para aplicar su legítima defensa, defenderse de ellos; no esperaba que su campaña se volviera viral.

Al menos están peor en Springfield (?)

Según Datum, el 53 por ciento de los peruanos apoya la iniciativa de dejar paralíticos a los amigos de lo ajeno. ¿Y cómo no?, si los robos y asaltos son el pan de cada día; los rateros pueden arrancharte el celular, apuntarte con un arma, entrar a tu casa a robar tus pertenencias y, sin embargo, lo más seguro es que salgan impunes. Las denuncias se acumulan y los delincuentes siguen libres. Algunos son capturados y soltados al día ‘porque el monto robado fue de “mínima cuantía”’, o muy misio el robo (?). Otros se esconden un par de días y vuelven para seguir robando. Esto genera inseguridad, frustración y hasta rabia en las comunidades, llevándolas a buscar un cambio en la situación, el cual han encontrado en esta campaña.

En las últimas semanas han salido, en distintas páginas, videos de delincuentes golpeados a puñetes, correazos, patadas o linchados entre grandes grupos de vecinos que dicen estar a favor de la iniciativa. Ciudadanos tal cual animales masacrando a un choro que aclama piedad y pide a la policía. Si bien esta práctica se veía desde hace tiempo en provincias alejadas de Lima, desde que se inició la campaña, ha llegado a distintos distritos de la capital. En el Callao, desfiguraron a un ladrón que intentó asaltar un spa –coincidencias de la vida- hace aproximadamente una semana (puedes ver el video abajo). En otros distritos como Collique, policías han tenido que intervenir para evitar que un grupo de vecinos linchen a delincuentes capturados. Es este punto en que la línea entre víctima y victimario se rompe.

Las autoridades ya se han pronunciado, casi en su totalidad, en contra de la campaña. El ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, invita a la población a “chapar a su choro”, pero entregarlos a las autoridades. Claro es lo que suena más lógico, pero ¿qué hacen las autoridades? Seguro que muchas veces procesan al delincuente y dan una pena justa, sin embargo, la justicia peruana suele ser muy injusta. Un ejemplo de esto es la liberación de 52 de los 56 delincuentes que robaron y tomaron posesión de una casa en Lince por la ex jueza Haydée Vergara Rodríguez. Claro, la señora fue separada de su trabajo, pero ¿qué seguridad puede dar un sistema judicial así?

Definitivamente este tema seguirá causando controversia mientras la campaña exista. Por un lado, ciudadanos castigando delincuentes, pero actuando como tales. Por el otro, autoridades pidiendo orden y confianza en una justicia que poco o nada hace para protegernos de estos delincuentes. En mi opinión, queda claro que la violencia no es el arma necesaria para acabar con los robos. Consultando con varias personas sobre el tema, dos profesores (ambos en contra de la campaña) me dieron una respuesta similar respecto a su opinión, que uno no puede tomar la justicia por sus propias manos y pasar por encima de las autoridades, porque ese es el momento en el que una sociedad se destruye. Hay que defendernos, hay que denunciar, hay que presionar a las autoridades para que hagan algo más, pero no hay que convertir al país en una jungla. Y tú, ¿vas a chapar a tu choro?

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