Escribe: Abel Puerta
La desigualdad económica se ha vuelto un tema que acapara bastante espacio y preocupación en los medios escritos y virtuales desde la Gran Recesión del 2008. El último libro del economista francés Thomas Piketty ha incendiado más la discusión con la elaboración de estadísticas[1] que, aparentemente, demuestran una tendencia natural del capitalismo hacia una desigualdad creciente en la riqueza de algunos países, principalmente EEUU, Francia y Reino Unido. En EEUU este tema será uno de los campos de batalla donde el partido Republicano y el Democrático mostrarán sus armas para ganarse al electorado.
Hillary Clinton, del partido Demócrata, basa su campaña en la necesidad de mejorar los salarios de la clase media[2]. El sustento empírico de Clinton y, en general, de los liberales en EEUU, viene de unas estadísticas publicadas por Larry Mishel del Economic Policy Institute (EPI)[3], que muestran que los salarios no han crecido al mismo ritmo que la productividad del país. Puede observarse en el Gráfico 1 que la compensación por hora no ha crecido al mismo ritmo que la productividad media de la economía a partir de la década de 1970. Estas cifras se complementan con otras que muestran cómo el salario del 1% más rico del país ha tenido un crecimiento notable en comparación al resto de la población. Estos datos no hacen más que reforzar las ideas de Piketty y de todo aquél que ve en el capitalismo una máquina que amplía las brechas entre ricos y pobres. Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos aquí es ¿qué tan confiables son estos datos?
La desigualdad económica se ha vuelto un tema que acapara bastante espacio y preocupación en los medios escritos y virtuales desde la Gran Recesión del 2008. El último libro del economista francés Thomas Piketty ha incendiado más la discusión con la elaboración de estadísticas[1] que, aparentemente, demuestran una tendencia natural del capitalismo hacia una desigualdad creciente en la riqueza de algunos países, principalmente EEUU, Francia y Reino Unido. En EEUU este tema será uno de los campos de batalla donde el partido Republicano y el Democrático mostrarán sus armas para ganarse al electorado.
Hillary Clinton, del partido Demócrata, basa su campaña en la necesidad de mejorar los salarios de la clase media[2]. El sustento empírico de Clinton y, en general, de los liberales en EEUU, viene de unas estadísticas publicadas por Larry Mishel del Economic Policy Institute (EPI)[3], que muestran que los salarios no han crecido al mismo ritmo que la productividad del país. Puede observarse en el Gráfico 1 que la compensación por hora no ha crecido al mismo ritmo que la productividad media de la economía a partir de la década de 1970. Estas cifras se complementan con otras que muestran cómo el salario del 1% más rico del país ha tenido un crecimiento notable en comparación al resto de la población. Estos datos no hacen más que reforzar las ideas de Piketty y de todo aquél que ve en el capitalismo una máquina que amplía las brechas entre ricos y pobres. Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos aquí es ¿qué tan confiables son estos datos?
GRÁFICO 1
El economista Robert Z. Lawrence es el principal crítico de los datos del EPI y un gran opositor de Piketty. Su crítica se centra en que no se han utilizado los deflactores de precios correctos y que no se han incluido todos los salarios de todos los trabajadores de la economía[4]. Efectivamente, el EPI sólo consideró los salarios de trabajadores de producción y no-supervisores. Es decir, se excluye de esta muestra a aquellos que ejercen funciones de supervisión (los CEOs, por ejemplo). Estos trabajadores representan aproximadamente el 80% de la fuerza laboral estadounidense. El objetivo de hacerlo así es para analizar cómo le va a los trabajadores “comunes”, la clase media, aquellos que son considerados empleados y no empleadores. Al comparar la tasa de crecimiento de la productividad de la economía (una medida de cuánto se produce en promedio en el país en una hora) con la compensación por hora (salarios más beneficios), se observa que a partir de 1973 existe una gran brecha en ambas tasas de crecimiento (Gráfico 1). Robert Z. Lawrence consigue acortar la brecha cuando se incluye a todos los trabajadores, es decir, cuando se incluye a Steve Jobs y al joven que te atiende afectuosamente en cualquier tienda Apple en el mismo cálculo.
Si bien algunos defensores de Mishel y Bernstein sostienen que excluir a los trabajadores de supervisión (supervisory workers) tiene sentido para ver cómo le va al trabajador común (y no a un hipotético trabajador promedio)[5], debemos considerar que los investigadores del EPI está comparando estos salarios con la productividad de toda la economía. El punto que quiere hacer el EPI es que los trabajadores están produciendo más a pesar de que sus salarios no hayan crecido al mismo ritmo que el de la productividad. Pero ¿es correcto comparar la productividad de toda la economía con los salarios de sólo una parte de la oferta laboral? De estos datos sólo se puede afirmar que los trabajadores típicos no les van tan bien en comparación a los resultados de la economía en general, pero no podemos afirmar algo respecto a si sus salarios actuales están relacionados con su propia productividad.
El EPI utiliza estos datos para sustentar sus preocupaciones acerca de la creciente desigualdad de EEUU. Es por esto que incluimos los Gráficos 2 y 3, donde se puede apreciar mejor el problema. El Gráfico 2 muestra cuánto gana un CEO en comparación al resto de los trabajadores, un ratio que es bastante grande y que ha ido creciendo con el tiempo. El Gráfico 3 muestra cómo los ingresos del 1% más rico han crecido a un mayor ritmo que el resto de la población. Estos resultados son similares a los hallados por Piketty para EEUU, quien muestra que la participación del 1% más rico en los ingresos nacionales ha ido creciendo desde inicios de 1980, hasta llegar en 2008 a niveles similares a los que hubo en los años previos a la Gran Depresión de inicios de los años 30. (Piketty, 2014, p. 292).
GRÁFICO 2
GRÁFICO 3
Si se quiere abogar por una preocupación con sustento empírico sobre la desigualdad, estos últimos datos y los de Piketty son mucho más certeros que aquellos relacionados a la productividad y los salarios. Sin embargo, el Gráfico 1 deja una incógnita: ¿por qué los salarios y la productividad crecían al mismo ritmo hasta antes de 1973?
[1] Piketty, T. (2014). Capital
in the twenty-first century. Cambridge Massachusetts: The Belknap Press of
Harvard University Press.
[2] La
importancia que Hillary Clinton le está dando al tema puede verse en los
siguientes links: https://twitter.com/HillaryClinton/status/620595635578781696,
https://www.linkedin.com/pulse/its-time-raise-incomes-hard-working-americans-hillary-clinton.
[3] Un
resumen de los hallazgos de Mishel y otros autores puede leerse en: Mishel, L.
(2012, 26 de Abril). The
wedges between productivity and median compensation growth. Recuperado
el 15 de Agosto, 2015, desde http://www.epi.org/publication/ib330-productivity-vs-compensation/.
[4] Lawrence, R. (2015, 21 de
Julio). The Growing Gap between Real Wages and Labor Productivity. Recuperado
el 15 de Agosto, 2015, desde http://blogs.piie.com/realtime/?p=5112.
[5] Weissmann, J. (2015, 28 de
Julio). No, This Graph Does Not Prove That Everything Is Fine With American
Capitalism. Recuperado el 15 de Agosto, 2015, desde http://www.slate.com/blogs/moneybox/2015/07/28/labor_s_declining_share_of_income_american_capitalism_is_not_ok.html.
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