domingo, 23 de agosto de 2015

¿Cuento de hadas o final trágico? Mitos y verdades de los programas sociales en Perú

Escribe: Santiago Paz Ojeda

Érase una vez…. en un país muy particular – con muchos recursos y un pasado increíble – que sus pobladores se esforzaban por salir adelante, pero no conseguían un progreso general que alcance a todos. Tras investigar y observar a otros países, un grupo de personas encontraron una receta que bautizaron con el nombre “programas sociales”. Estos se empezaron a usar y con los años, se multiplicaron rápidamente en la búsqueda de solucionar muchos problemas que sufría el país… este cuento todavía no ha acabado pero muchos ya consideran saber lo que viene. ¿Te atreves a apostar por el final? 


Para simplificar, elijan una de las siguientes alternativas:

Opción A: se encontró la solución mágica que reduce la pobreza y desigualdad, al invertir en los más desfavorecidos y brindar mayores oportunidades para todos. Se debe creer más en estos programas porque llevarán a un final feliz.
Opción B: los programas sociales son asistencialistas y generan dependencia, por lo que son usados mayormente como clientelismo político. Se deben regular mucho y limitarlos, caso contrario van a conducir a un final trágico.

Ambas opciones tienen una probabilidad de acertar, pero para tomar la mejor decisión es necesario contar con la mayor información posible. Acá les dejamos unos datos para que realicen su apuesta sobre el final de la historia.

Tras el último mensaje presidencial de Ollanta Humala y las elecciones que se vienen, el gasto en programas sociales y sus impactos van a ser fuente de debates, ataques entre diferentes grupos y también parte de proyectos políticos para el Perú en el largo plazo. Además, nuestro voto en las próximas elecciones será también una apuesta por aquel plan que consideremos el mejor. En este último Gobierno, se creó el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS) quien se encarga de coordinar y evaluar todos los programas sociales en el Perú. Su desempeño no estuvo alejado de críticas, ya que los diferentes programas han sido fuente de problemas en algún momento (por ejemplo, comida malograda en Qali Warma o transferencias tardías en Beca 18). Son muchos rumores y malentendidos los que circulan entre la población, no siempre entendiéndose bien el significado de los programas sociales. En este post analizamos 5 afirmaciones en búsqueda de la verdad.

¿Lo que creemos saber de los programas sociales se ajusta a la realidad? Averigüemos.

Afirmación 1: Los programas sociales en el Perú son medidas populistas usadas por el Gobierno de turno para ganar votos.
Mmm… no debemos apresurarnos a realizar esta afirmación.
Considerar que el Perú va por el camino de Venezuela u otros países en los que “regalan” cosas a cambios de votos es ser injustos con la gestión de los programas sociales en nuestro país. En general, los criterios de focalización de los programas sociales son muchos más estrictos y la evaluación de los beneficiarios pasa por mayores filtros. No es perfecta pero se realizan esfuerzos. Por ejemplo, si comparamos los programas sociales CCT (transferencias condicionadas de dinero, por sus siglas en inglés) entre Perú y Bolivia, encontramos que el programa “Juntos” en Perú sólo transfiere dinero a un número reducido de familias en zonas rurales y con ingresos mínimos, quienes cumplen con educar a sus hijos y realizar controles de salud; en cambio en Bolivia el programa “Bono Juancito Pinto” transfiere dinero en efectivo a todos los escolares de colegios públicos que culminen el año sin realizar mayor evaluación. Lógicamente son enfoques muy distintos pero muestra que el Perú no está siguiendo el camino de otros países y se están desarrollando los programas sociales con el máximo cuidado posible.

Afirmación 2: El elevado gasto en programas sociales no siempre llega a los que más lo necesitan, se pierde en el camino.
Verdad. Es una triste realidad que el dinero gastado en los programas sociales no llega siempre a los que debería, sino que muchos se benefician sin calificar para ello. En general existe una falla indiscutible de eficiencia, lo cual limita el impacto de los programas y lleva a situaciones injustas. Ahora bien, estas fallas no son fruto directo del diseño de programas sociales (de hecho, las “filtraciones”  de dinero en los últimos programas sociales como Juntos y Beca 18 son menores a las pérdidas en programas como Vaso de Leche o Comedores populares) por lo que el error no es tanto de concepto o intención, sino más de forma y la manera cómo se gestiona. Se debe trabajar en ello.

*El tema es amplio y debatible. Para más información al respecto se puede consultar la investigación de Enrique Vásquez (pag. 35-49).


Afirmación 3: Está mal que existan programas sociales para todas las edades, la población se acostumbra a que les “regalen” desde que nacen hasta que fallecen (siguiendo la secuencia: Cuna Más, Qali Warma, Beca 18, Juntos, Pensión 65)
Es fácil realizar esta afirmación desde lejos, pero cuando se vive las situaciones de los beneficiarios a lo mejor cambien nuestras opiniones. Definitivamente es un riesgo que las personas se acostumbren a recibir eternamente estos apoyos, pero las condiciones tampoco permiten garantizar niveles mínimos de vida a poblaciones vulnerables como niños o ancianos. En todo caso, recomendaría primero conocer los casos particulares (yo tampoco he vivido en estas realidades), para después realizar esta afirmación. Finalmente, las familias van a querer salir adelante y cuando se garantice lo mismo, ya no califican para estos programas de apoyo.

Afirmación 4: Tenemos prioridades más importantes como, por ejemplo, invertir en reformar el sistema educativo.
La realidad puede resultar más complicada de lo que parece. Muchos coincidimos en la importancia de la educación, pero debemos mantener una mirada completa del panorama. En muchas zonas rurales, el problema con la educación es el costo de oportunidad: muchas familias prefieren que sus hijos trabajen y generen ganancias, antes que ir al colegio lo cual representa un costo. Se debe crear incentivos más allá de las promesas de un mejor futuro, y para eso existen programas sociales como Qali Warma (los padres mandan a sus hijos a la escuela si se les da comida, así se mantienen sanos) o Juntos, el cual condiciona un apoyo financiero a cambio de asistencia al colegio. En realidad, los efectos de los programas sociales pueden ir más allá de lo imaginado y así colaborar también con la reforma en el sistema educativo.

Afirmación 5: Debemos pensar primero en mantener el crecimiento económico antes que en redistribuir a través de programas sociales
Este punto es probablemente el que genera más debate y lleve a razonamiento más ideológicos, ya que no existe un acuerdo ni en la economía ni en otras ciencias respecto a qué es lo mejor. Hay dos puntos importantes: por un lado, existe la creencia que primero se necesita crecer económicamente, para tener más plata y luego repartirla; mientras por otro lado, la preocupación se da por las injusticias y la desigualdad del punto anterior, lo que lleva por ejemplo, a más conflictos sociales y a una continua insatisfacción. Los programas sociales están en el centro de este debate y pueden ser usados como arma política. Personalmente confío en encontrar un punto medio y mantener un alto crecimiento económico, redistribuyendo constantemente para aliviar el malestar de los más desfavorecidos y otorgar más oportunidades.

Vincular a políticos con un programa social en particular (como si dependiese de ellos) es un riesgo...
¿Es ese el caso peruano? 


Con toda esta información, ¿te atreves a predecir lo que se viene y realizar una apuesta sobre los programas sociales?


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