Las elecciones en EE.UU., como cualquier proceso electoral en el mundo, reflejan con cierta claridad la percepción que la población tiene de los líderes actuales de la política gringa y nos da una aproximación de, al menos, las exigencias que en el corto o mediano plazo esperan de su nuevo presidente. El caso norteamericano tiene además otro matiz, y es que el bipartidismo (por favor no se ofendan los seguidores del “tolerantísimo” Tea Party), protagonizado por el Partido Republicano y el Partido Demócrata, suele establecer claras tendencias entre la masa votante. La actual campaña electoral puede que sea una de las mas entretenidas que podamos ver a nuestras cortas vidas querido lector, es un evento salido de una película de Hollywood y el protagonista, a punta de discursos semi racistas (disculpen el eufemismo) y una brutalidad que me absorta, se ha sabido ganar una parte de la torta electoral de la tierra de Pamela Anderson, Taco Bell y Nascar.
Donald Trump, empresario, estrella de su programa de televisión The Apprentice, multimillonario y novel político, ha sido la cara visible de una carrera bastante entretenida en las elecciones internas del Partido Republicano, agrupación históricamente relacionada al conservadurismo, el liberalismo como modelo económico por excelencia y una ligera (y según yo poco disimulada) pisca de chauvinismo. Trump pinta de cuerpo entero una facción que se ha fortalecido a nivel de votos, el ala conservadora. Lo que para muchos han supuesto enormes avances en la diplomacia estadounidense, como lo han sido el acuerdo nuclear con Irán, el restablecimiento de relaciones con Cuba y la universalidad del matrimonio de personas del mismo género, también ha alimentado la polaridad política al interior del país del Tío Sam.
Ya desde un inicio el ascenso de un demócrata afroamericano al sillón presidencial supuso una férrea oposición republicana, ahondada más aún porque se trataba del presidente que le enmendaría la plana a George W. Bush, proponía el tan ansiado programa de salud universal marketeado como ObamaCare y que sostenía que las tropas tenían que retirarse de Iraq, lo que, para colmo, le mereció un Nobel de la Paz. Oh no you didn’t! Obama luego venció al mormón Mitt Romney en un proceso electoral con final cantado desde el inicio, lo cual aumentó la ira contenida de los republicanos. Ahora, sumado lo ocurrido con Irán y Cuba, la pérdida de autoridad mundial frente a Rusia y el terror que EE.UU. tiene de la hasta ahora (próximamente ya no) boyante economía china, es la receta perfecta para que el votante pida un cambio de ruta hacia los republicanos y, más aún, sea éste conservador y de lo posible lo más nacionalista y americano posible. Marco Rubio, caíste por default.
Volvemos así a la figura de Trump. Visto como un chiste inicialmente, como la anécdota de una precandidatura republicana sacada de Tom y Jerry, lo que el recontra millonaria supo hacer fue captar ese nicho de mercado (y lo digo así porque es claro que este egresado de la Universidad de Pensylvania en Negocios sabe tratar su carrera política como una empresa). El discurso de Trump se ha centrado en expulsar a los inmigrantes ilegales a toda costa, con un énfasis particular en los mexicanos y la obligación que México tiene de financiar un muro en la frontera, el muy pinche gringo en contra de los “beeners”. El discurso también ha abarcado exigencias como la radicalización de medidas anti dumping de productos chinos, reformas inmigratorias y de deportación, un tácito impulso a la industria y al empresario norteamericano tradicional y el desdén por acuerdos comerciales de los que los países habrían sacado provecho de la tierra de la libertad en forma de misil.
Pero no les voy a vender humo, vamos con los números crudos. En los más recientes sondeos que incluyen a 16 precandidatos republicanos no tenemos la primera impresión de que Donald Trump vaya a ser aplastante, siquiera de que vaya a ganar. A la cabeza de las encuestas se encuentra Jeb Bush, hermano e hijo de ex presidentes de los EE.UU. y ex gobernador del Estado de Florida entre 1992 y 2007, cuyo principal asset de campaña ha sido justamente la adhesión de votantes latinos (ojo que su esposa es mexicana) y del ala conservadora moderada del partido, en pro de una reforma migratoria progresiva y de políticas económicas conservadoras en sentido puro. A la cabeza con Bush se encuentra Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, el actual senador por Florida se mueve entre el ala populista y conservadora republicana, una masa votante en la que choca claramente con Trump, utilizando su imagen joven y multicultural (pero totalmente conservadora) para seguir en carrera hacia la Casa Blanca. En tercer y cuarto lugar se encuentran Rand Paul, senador por Kentucky (hogar de las chicken wings), y el neurocirujano afroamericano Ben Carson, el primero en el ala libertaria y el segundo un radical que no temió en comparar la poca movilización del pueblo norteamericano contra el ObamaCare con la Alemania nazi. Otras figuras aparecen a mitad de tabla, entre ellos Ted Cruz y los caseritos Rick Santorum y Mike Huckabee, los tres apelando al excepcionalismo norteamericano o la creencia de que EE.UU. es un país con una misión especial en la historia y con una clara posición a favor de enviar tropas a Oriente Medio para ¨democratizar¨ la región, bitch please!
Trump recién ha iniciado su campaña electoral, pero como una ráfaga a logrado posicionarse bien a mitad de tabla y su exposición en medios y la inmensa polémica a su alrededor le otorgan suficiente luz para explotar su imagen. Las posibilidades están dadas para que Trump avance a costa de los candidatos medios y menores y compita al final contra Bush y Rubio, entre los cuales también se quitarían votos mutuamente. Haciendo una analogía, Trump puede ser como Alan García en el 2001 y bajarse al tercero en disputa, colarse en la pelea desde atrás. Y la verdad es que el panorama por el lado del Partido Demócrata, mucho menos llamativo que el Republicano en estos comicios, en el que Clinton comienza a perder terreno contra Bernie Sanders, hace esperar que sea un republicano el nuevo líder en el salón redondo. Yo no quiero que sea Trump, no hay forma de que sea Trump, no hay forma?
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Hoy salió una encuesta sobre quién ganaría la presidencia entre Clinton y Trump, a más de un año, Cliton le lleva solo 6 puntos. No hay forma?? http://time.com/4003525/donald-trump-poll-hillary-clinton-2016/.
ResponderBorrarGracias Mochi. Ciertamente la posibilidad está intacta y creciente. Ahora también el curso económico le puede dar la razón al discurso de Trump, en el que la bolsa norteamericana cae por desplomes externos y la devaluaciones china supone una amenaza comercial. Trump, en cierta "forma" tiene un punto. A más polémica más entretenimiento.
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