Escribe: Walter Carrillo Díaz*
Destacan los programas sociales de capacitación productiva, que se enfocan en aumentar la productividad de sus participantes para que puedan insertarse mejor en el mercado laboral. En el Perú, se puso en marcha el programa PROJoven, el cual buscaba captar jóvenes con dificultades para ingresar al mercado laboral, entrenarlos en un instituto durante tres meses y realizar una pasantía en una empresa por otros tres meses, lo que le permitirá adquirir más habilidades y, por tanto, elevar su productividad y su calidad de vida. Este programa sigue vigente al día de hoy, por lo que resulta pertinente saber si es que efectivamente ha cumplido su función.
Uno de los problemas que más preocupa a los políticos y a los policy makers en nuestro país es el desempleo. Al margen de que presentemos una de las tasas de desempleo más bajas de Latinoamérica (6% en 2013 según el INEI), lo que sustenta dicha desasosiego por el desempleo es la vulnerabilidad de los ciudadanos que se concentran en este grupo. En 2013, sobre la cifras de la ENAHO, el 52.7% de los desocupados abiertos a nivel nacional fueron jóvenes entre 14 y 25 años de edad. De este grupo el 58.4% había alcanzado un nivel educativo menor o igual al de secundaria completa. Y de estos últimos el 25.5% eran pobres, mientras que el 4% eran pobres extremos. Debe ser claro para el lector que, dados los escasos recursos que posee este grupo poblacional, el acceso que tienen a una capacitación que los aumente su empleabilidad es muy restringida e incluso nula, lo cual no solo dificulta su inserción al mercado laboral sino que también los convierte en uno de los sectores más expuestos de la población a los ciclos económicos. En consecuencia, se hace necesaria la intervención gubernamental para arreglar esta falla en el mercado.
Una de las medidas que son comúnmente usadas son los programas de capacitación productiva. Entre estos instrumentos, destacan los programas sociales de capacitación productiva, que se enfocan en aumentar la productividad de sus participantes para que puedan insertarse mejor en el mercado laboral. En el Perú, se puso en marcha el programa PROJoven, el cual buscaba captar jóvenes con dificultades para ingresar al mercado laboral, entrenarlos en un instituto durante tres meses y realizar una pasantía en una empresa por otros tres meses, lo que le permitirá adquirir más habilidades y, por tanto, elevar su productividad y su calidad de vida. Este programa sigue vigente al día de hoy[1] , por lo que resulta pertinente saber si es que efectivamente ha cumplido su función.
PROJoven: Inserción ¡check!...pero ¿la empleabilidad?
Sendos estudios han analizado el impacto de PROJoven sobre la inserción laboral de sus participantes. Entre ellos, la investigación llevada a cabo por Ñopo[2] revela que en aquellos jóvenes que estaban desocupados antes de participar en el programa aumentaron su probabilidad de estar empleados en 2.97 puntos porcentuales, mientras que disminuyeron las probabilidades de estar desempleados e inactivos, en 0.48 puntos porcentuales y 2.49 porcentuales, respectivamente.
Al margen de los positivos resultados en materia de inserción laboral, en el Perú, y en general en América Latina, los programas de capacitación no son concebidos como parte de una estrategia de desarrollo de largo plazo para mejorar continuamente la competitividad, sino más bien como mecanismos con el objetivo de lograr mayor inserción laboral en el corto plazo. Sin embargo, seis meses de formación a tiempo parcial no asegura que los participantes adquieran las habilidades necesarias para aumentar su empleabilidad, ya que terminan siendo capacitados para desempeñar un rol bastante específico que se acomoda a la tecnología de una determinada empresa. Asimismo, no se cuenta con estándares de capacitación comúnmente aceptados por empleadores y empleados, y sólo se otorgan certificaciones de la sección teórica de los programas de entrenamiento. En parte, esto ha sido lo que ha motivado un problema de escasa movilidad y poca adaptabilidad al mercado laboral cambiante.
Un modelo a seguir
El sistema vocacional dual de Alemania plantea medidas que buscan asegurar la transferibilidad de las capacidades no solo específicas a un puesto determinado puesto de trabajo sino también a adquirir las bases técnicas para desarrollar más habilidades en una gama de actividades o sectores, a través de la determinación de estándares nacionales sobre la formación técnica laboral. Para lograr estos estándares comúnmente aceptados por las diversas compañías, se cuenta con regulaciones uniformes sobre la duración, el contenido y el sílabo del entrenamiento, y procesos de certificación para los capacitados. De esta manera, los graduados de los programas de aprendizaje cuentan con habilidades lo suficientemente generales para moverse entre puestos dentro de la empresa e incluso entre diferentes firmas. Asimismo, ya que existe también una preocupación por que los beneficiarios de dicho programa forjen una línea de carrera, se han realizado cambios para facilitar la transición de los graduados del sistema dual hacia la educación terciaria.
¿Por qué no pensar que el sector privado se organice a través de los distintos gremios y apueste por la formación de fuerza laboral productiva y competitiva, en nuestro país? Es de interés para las empresas que se les garantice que sus empleados adquieran eficientemente habilidades que correspondan a sus requerimientos. Es por ello que la empresa estará dispuesta a realizar inversiones o esfuerzos orientados a la capacitación. Ello es consistente con el sistema de formación de los programas juveniles, que incluyen una etapa de entrenamiento on-the-job.
A la luz de la experiencia internacional y del Perú, podemos concluir que los programas de capacitación laboral juvenil en Latinoamérica cumplen con el objetivo de insertar a los jóvenes vulnerables en el mercado laboral en el corto plazo. Sin embargo, es necesario reorientar este tipo de programas de modo que el objetivo principal sea la empleabilidad sostenible, lo que repercutirá en un incremento de la calidad del empleo, incluso tiempo después de culminado el entrenamiento. Por otro lado, es imperioso que la propuesta curricular progrese a la par de las necesidades cambiantes del sector empresarial. Para ello será necesario diseñar el marco institucional adecuado, que contemple el monitoreo, evaluación y control adecuado del proceso de aprendizaje, de modo que se facilite la participación del sistema empresarial en su conjunto y permita el flujo de información necesario entre oferta y demanda para alcanzar un mayor beneficio de la sociedad en su conjunto.
*Agradezco a mis coautores Jossie Fahsbender, Mar Reupo y Renato Campos, por su gran aporte y arduo trabajo en la elaboración de la propuesta de investigación sobre la que se basa el presente artículo.
[1] Con la denominación de “Jóvenes a la obra”.
[1] Con la denominación de “Jóvenes a la obra”.
[2] Ñopo H., Robles M., y Saavedra J. (2002). Una medición del impacto del Programa de Capacitación Laboral Juvenil PROJoven.
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