Escribe: Alessandra Portugal
La industria de la moda, que
actualmente mueve millones de dólares y a millones de personas, a nivel mundial,
ha tenido un gran auge en los últimos años. El surgimiento y la consolidación
de grandes marcas, como GAP, Tommy Hilfiger, Zara y otras; son sólo una parte
del panorama, que cada vez se vuelve más competitivo. Si bien la
manera en la que vestimos estuvo siempre muy presente en las culturas, generando distinción entre los
individuos; actualmente se hace más visible y tiene un mayor alcance con ayuda de la
globalización, la publicidad y el internet. Ahora seguimos blogs de moda, queremos
saber qué visten nuestros ídolos, compramos y nos probamos prendas o accesorios
online. Es imposible no estar al tanto de las últimas tendencias, con todo el
flujo de información que se maneja actualmente. Sin embargo, existe también un
detrás de cámaras, que forma parte de las bases de este negocio en muchos casos. ¿Qué
está sucediendo y hacia dónde se dirige dicha industria?
Se sabe que en el 2012, el
mercado mundial del ropa fue valorizado en 1.7 trillones de dólares, y que le
dio empleo a aproximadamente a 75 millones de personas a escala global. El
total de exportaciones de vestimenta fue de aproximadamente 412 billones de
dólares en el 2011; y, de textiles, de 294 billones. Tenemos a China
como el principal exportador de textiles, a la Unión Europea como segundo y a EEUU como
tercero. Lo que sabemos del gigante asiático es que emplea a alrededor de 10
millones de personas en esta industria y asegura su competitividad por medio de
la fabricación de prendas de todo tipo de manera rápida, barata y en grandes
cantidades. Si bien, en un inicio comienza exclusivamente copiando diseños y
exportándolos de manera masiva, actualmente está invirtiendo cada vez más en
desarrollos propios. Sin embargo, muchas de estas capacidades que le aseguran
el éxito, también son el fracaso de la sociedad; pues generan daños para los trabajadores de sus
fábricas, quienes se encuentran, en muchos casos, laborando en condiciones muy
bajas. Ello se ve no sólo en China, sino también alrededor del continente
asiático y en diferentes fábricas del mundo.
Rana Plaza destruido - Abril del 2013 |
Uno de los mayores desastres con
respecto a esta industria, fue el colapso del edificio Rana Plaza el 24 de
abril del 2013, en Bangladesh. Esta construcción acogía dentro de sus
instalaciones a 4 fábricas de ropa, que producían para marcas como Benetton, The
Children’s Place, DressBarn, Mango y otras más; también a algunas tiendas y un
banco. El día anterior al evento, se notó la aparición de unas grietas
descritas como “severas”; sin embargo, ello no detuvo las labores de la jornada
y se dio la orden de que se continuase al día siguiente, a pesar del peligro
latente. El 24 de abril, en la mañana, el edificio no resistió más y cayó en
pedacitos con gran fuerza, aplastando todo lo que estuviese entre sus paredes.
El derrumbe dejó a más de 1, 300 muertos y más de 2, 500 heridos graves,
entre ellos, niños. Dicho suceso causó conmoción en los habitantes de la zona y del mundo, quienes no tardaron en alzar sus voces.
¿Cómo era posible que algo así
sucediese en la cadena de empresas como Benetton, que profesan diversidad y
defensa de derechos? Si bien Benetton estuvo entre las empresas que pagó la
indemnización a las familias afectadas (pues no todas lo hicieron), las
condiciones de trabajo en las que se fabricaban sus prendas ya de por sí eran
malas. Se trabajaban largas jornadas (de 8 am hasta altas horas de la noche),
los salarios eran bajos, había abuso por parte de empleadores e indudablemente,
poca seguridad en el trabajo. Estas características se dan repetidas veces en
diferentes lugares del mundo, en la producción de ropa. Se ve que en muchos
casos, ni siquiera se puede negociar un mayor salario porque a ello le suceden
amenazas y hostigamiento por parte de los empleadores. Los derechos no se
respetan, las mujeres son acosadas sexualmente, se explotan niños para la
costura (caso Nike o Adidas), y muchas otras situaciones infrahumanas.
#FASHREV |
Todo esto se ve muy mal, lo sé; sin embargo, hay un lado
brillante en esta historia. Es aquel que reverbera en las entrañas del cambio y
busca realmente revertir esta situación tan triste para millones de personas.
Porque es complicado vivir pensando que hay una muerte o un ser humano en condiciones
infrahumanas detrás de las prendas que usamos, ¿no? Casi inconcebible en un
siglo en el que profesamos mucho la defensa de los derechos humanos y nos
indignamos si es que los nuestros son alterados. Organizaciones como Clean
Clothes ya hacen algo al respecto, o iniciativas como Fashion Revolution, que buscan que esta
situación disminuya cada vez más. Esta última, trabaja para que las marcas no se
deslinden de los procesos productivos dentro de su cadena y que la moda se
reivindique y reforme. La primera ves que se hizo, se centró en una campaña que
generó conciencia en las empresas comercializadoras de ropa, los clientes, los
diseñadores y las marcas, con la siguiente pregunta: “¿quién fabricó mi ropa?”
y logró avances interesantes. Considero que aún queda un largo camino
por recorrer, pero que poco a poco y gota a gota, se puede lograr generar
grandes cambios, mayor conciencia y una mejor calidad de vida para muchas personas, y para poder tener un mundo un poco mejor. ¿El primer paso? Ver.
#FashionRevolution |
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