domingo, 22 de noviembre de 2015

Lo bueno, lo malo y lo feo de un grande en Lima: el Corredor Azul

Escribe: Tomás Reto

¿Qué tan bien le ha ido a los grandes cambios en el sistema de transporte urbano en nuestra querida Lima? Definitivamente, los tres “grandes” cambios han sido la implementación del Metropolitano de Lima por Luis Castañeda, la línea 1 del Metro de Lima y el sistema de corredores viales por Susana Villarán. Como usuario asiduo del Corredor Azul (como todo buen rimense), en esta ultimita de VA les presento lo bueno, lo malo y lo feo de este servicio que continúa la modernización del sistema de transporte urbano, pero que ha tenido errores críticos que deben ser tomados en cuenta para las siguientes reformas.



Una característica importante del Corredor Azul (Tacna-Wilson-Arequipa) es que desde su creación generó un monopolio de transporte público para buena parte de los vecinos del Rímac. En sencillo, los vecinos del Rímac tienen hasta tres puentes para cruzar en vehículos el rio Rímac: el puente del Ejército, el puente de la avenida Abancay y el puente Santa Rosa. De la noche a la mañana, todos los usuarios que tenían que cruzar el río por este último puente para dirigirse al centro de Lima y toda la zona de la avenida Arequipa y la Vía Expresa (y obviamente para regresar) vieron que las “combis” y cousters” tradicionales ya no podían hacerlo y su única alternativa era el Corredor Azul. Es por ello que, sin ánimos de victimizarnos, los más sensibles a una buena implementación de este servicio era sin duda los vecinos del Rímac.

Si vamos en orden cronológico desde la implementación del Corredor, hemos pasado de una situación crítica a una situación manejable. En resumen: sí, el Corredor Azul ha mejorado el sistema de transporte en las tres avenidas que cruza (y los rimenses) y ha sido una buena decisión, en el balance, de la gestión de Susana Villarán. 

¿Cuál fue el problema inicial entonces? A mí no me quedan dudas que fue la inexperiencia comprobada de Susana Villarán al mando de una municipalidad. El corredor fue implementado rápidamente sin pensar en importantes temas logísticos.

Al anular las líneas de transporte típicas en el Rímac, miles de usuarios que viven lejos del primer paradero del corredor, por unos días, sufrieron más de la cuenta para transportarse y tuvieron que caminar mucho para llegar al primer paradero (no tres cuadras como dicen, hay grupos de personas que caminaron más de 20). Esto se solucionó en menos de una semana, pero demuestra claramente la incapacidad de la gestión de ver detalles más allá de lo evidente. La insuficiencia de buses generaba largas colas que había que soportar a diario, mientras que el cobro de pasajes, que era responsabilidad única de cada chofer, demoraba lo suficiente para que el semáforo cambie de verde a rojo y los tiempos de viaje se eleven considerablemente. Creo que el mensaje era claro: Una reforma de transporte, por concepción, no puede incrementar los tiempos de viaje (un viaje del Rímac a Barranco, sumando tiempos de cola, pasaba de 1 hora y 10 a 2 horas).Era crítico también que la MML no haya verificado que el consorcio ganador tenga donde estacionar los buses azules… la consecuencia: varias calles cercanas al paradero inicial fueron (y siguen siendo) usadas como estacionamiento de autobuses.

Claramente, lo bueno también era resaltante: los vecinos de la avenida Arequipa y Wilson deben estar de acuerdo que eliminando todos las “combis” de la zona no solo se ganó mucho en la tranquilidad de los vecinos sino también en congestión vehicular. La seguridad y orden también dieron un salto considerable. No se observaron más peleas de choferes por buscar pasajeros,la frase “pie derecho” (usuarios de colectivos, ustedes me entienden) ya no se escuchaba más y los asaltos en buses son mucho más difíciles de realizar (dado que más gente baja en un solo paradero, es muy difícil que un asaltante ataque por sorpresa a una persona y pueda bajar rápidamente en un paradero).


¿Balance? Creo que positivo luego de ya más de un año de operación. Logísticamente se ha aprendido a ordenar la programación de buses, los choferes son más estratégicos para determinar sus paraderos (ya no paran en todos los paraderos, pues si ven que otro bus azul está en el paradero, continúan hasta el siguiente). El orden se ha mantenido y, ciertamente, ver desaparecer los colectivos ayuda mucho. Las colas son bastante menores. Fue una gran idea, una gran decisión políticamente difícil que solo pudo ser tomada con alguien con el carácter de Susana Villarán. No obstante,la inexperiencia de Susana y la decisión acelerada de implementar el sistema hizo que los usuarios del sistema sufran más de la cuenta. Hay que implementar el sistema de cobro por tarjeta y por recorridos, para hacer más justos los costos y reducir tiempos, pero esto ya no es responsabilidad de la gestión Villarán sino de Castañeda.

Las reformas se hacen esperar, los resultados no son inmediatos. Lamentablemente, los periodos municipales no son lo suficientemente largos para implementar una reforma de transporte completa, y si el alcalde que entra no continúa el trabajo del anterior, no es posible continuar con las mejoras. Además, la premura por mostrar resultados lleva a los alcaldes a tomar decisiones apresuradas, como la de Susana por implementar el sistema sin medir todos los impactos. Es por ello que urge que el Congreso y la MML tomen medidas para que se puedan generar soluciones que vayan más allá de una gestión municipal. Ojalá, por el bien de todos.

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