miércoles, 17 de junio de 2015

¡Sin Lampard ni Gerrard! Inglaterra y la victoria más imporante del s. XVIII

Escribe: Mario Rivera


En una analogía futbolística, Inglaterra no era el equipo más poderoso al iniciar el siglo XVIII. El claro favorito para ganar cualquier asunto era España. A pesar de sus problemas de sucesión internos, era la potencia con mayor capacidad económica y mayor extensión territorial, como dirían los analistas de ahora “pintaba para campeón”. Sin embargo, Inglaterra entendió mejor el juego, tácticamente desplegó de manera magistral sus fuerzas, y para cuando había terminado el partido estaba gritando: ¡Campeón! Sí señores, Inglaterra había vencido y su premio marcaría el cambio en todo el mundo: la revolución industrial empezaba en tierras británicas.


La magnitud de esta victoria fue inmensa, y muchos se han preguntado el cómo pudo lograrlo. Una postura bastante analizada es la determinista, la cual afirma que el partido estaba ganado antes del pitazo inicial. Por ejemplo, sustentan que Inglaterra gozaba de una buena geografía, poseía uno de los mejores canales de comunicación del mundo con ríos navegables, por lo que tenía bajos costos de transporte para insumos y para productos terminados. Entre otras ventajas poseía hierro y carbón, tenía una población en crecimiento, una revolución agrícola en pie, innovaciones financieras, entre otros. Es por estos motivos que estaba “determinada” a ser la cuna de la revolución industrial. No obstante, otros países también poseían algunas fortalezas importantes (como España), por lo que no parece ser un sustento suficiente para explicar la victoria final.

Analizando con mayor detalle la cuestión, es plausible pensar que así como sucede en el fútbol, la estrategia haya marcado la diferencia: en Inglaterra las leyes y la mentalidad del gobierno británico fueron distintas a las de la época, y a la vez determinantes para inclinar la balanza a su favor. Una de estas leyes fue las patentes. Las patentes juegan un rol fundamental en la economía y la sociedad, porque permiten a las personas obtener todo el beneficio de sus invenciones a través de la “propiedad intelectual”. Esto es necesario dado que la innovación tiene la propiedad que los economistas denominan “no exclusividad”, es decir que al salir un elemento innovador, sin la regulación adecuada, todos lo copian y lo aplican de inmediato. ¿Por qué esto es malo? A nivel agregado parecería ser bueno, el país contaría con formas de producción más eficientes. Sin embargo, el problema es el claro tema de incentivos que está detrás. Esto podría suceder con una, quizás dos innovaciones, pero no muchas más.

Basta con el cuestionamiento del porqué se innova para percatarnos de esto. Si bien se buscan beneficios para la sociedad, también se espera una retribución por el esfuerzo y logro. ¿Por qué se inventaría algo si después de todos los fallos, y cuando finalmente se logre algo nuevo, todos lo pueden imitar sin el menor esfuerzo? Evidentemente sin las leyes, el mundo se queda sin innovaciones. Es así que aunque se prive del efecto multiplicador de conocimiento por unos años, es mejor para la economía asegurar los incentivos para que existan inventos mediante la patente, y después de unos años (cuando el inventor ya cubrió sus costos y obtuvo los beneficios necesarios de la invención), se pueda dar paso al proceso de imitación y a la mayor eficiencia en la producción.

Asimismo, si bien uno de los puntos importantes de la teoría determinista es que se contaba con recursos esenciales y rutas comerciales importantes, esto no fue simplemente algo geográfico, se debe analizar más allá del resultado. Inglaterra poseía hierro y carbón, minerales esenciales en la revolución industrial. Sin embargo, es una isla, ¿cómo podrían sobrevivir si solo producen hierro y carbón? La táctica del gobierno inglés fue magistral, pues expandió a la naval británica para proteger el intercambio en las rutas alrededor de su isla, garantizando monopolios en algunos casos o incentivos financieros para que estas sean las rutas utilizadas y para que se explore el mundo en busca de recursos. El intercambio con Inglaterra era masivo, esto les permitió la especialización y aprovechar sus recursos naturales.

Es así que en un partido lleno de estrellas, el estratega inclinó el campo a favor de los ingleses. Con estas medidas, las innovaciones se empezaron a fomentar en suelo inglés, no solo mediante una mayor cantidad por inventor sino mediante el traslado de las grandes mentes de Europa a un ambiente propicio para la innovación. En otras palabras, Inglaterra se convirtió en la cuna del conocimiento y en un lugar provisto constantemente de bienes y servicios por el extenso comercio en el que estaba envuelto. ¿Qué mejor ambiente para sentarse, pensar, e innovar? Las condiciones las crearon los ingleses, no fueron obra del azar, y constituyeron el motor de una revolución industrial “a la inglesa”. Con esta base, el nuevo campeón alzó el merecido trofeo e inició lo que sería su reinado como el nuevo eje del mundo.

Pd: Si te gustó este artículo, síguenos en fb: www.facebook.com/vozactual


No hay comentarios.:

Publicar un comentario