jueves, 4 de febrero de 2016

Al mundo le gusta la gasolina, ¡¿dale más gasolina?!

Escribe: Rick Prieto

“Los mercados mundiales del petróleo podrían ahogarse en la sobreoferta.” Así definió la Agencia Internacional Energética la situación actual del crudo: el precio ha caído casi 70% desde su tope a mediados de 2014. Sin embargo, y aún ante este escenario, los grandes jugadores de la OPEP no han decidido recortar su producción para estabilizar la cotización. Por el contrario, continúan inundando el mercado y desplomando los precios en un intento por llevar a la quiebra a su nueva competencia de EEUU, los productores de shale oil ¿Podrá este período de precios bajos incentivar la eficiencia y llevar al petróleo a una nueva estructura de mercado más competitiva?



El mundo es adicto al petróleo. Diariamente utilizamos alrededor de 95 millones de barriles de crudo para generar cerca de un tercio de la energía a nivel global. En sectores como el transporte, esta cifra supera el 90%. La razón es simple: posee una inigualable combinación de elevada densidad energética y versatilidad para ser transportado, almacenado y quemado cuando sea necesario.

Puesto que el petróleo es una materia prima estratégica, el mercado ha sido históricamente controlado por grandes productores. A finales del siglo XIX lo hizo la petrolera Standard Oil, propiedad del magnate John Rockefeller; desde 1930, la Comisión de Ferrocarriles de Texas; y a partir de 1970, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que domina 40% de la producción global de petróleo y más del 80% de las reservas. Hasta el año pasado, este cartel solía establecer topes de producción para contraer la oferta e inflar el precio, sin embargo, una combinación de factores de demanda y oferta está poniendo en apuros el poder de mercado que estos tienen en el presente.

Uno de los cambios más significativos por el lado de la demanda es la transición de China de un modelo económico basado en la gran inversión – y, por lo tanto, en enormes necesidades energéticas – hacia uno basado en el consumo privado, lo cual ha moderado sus requisitos de petróleo. Además, esta transformación no ha resultado tan fluida como se esperaba, evidenciado por la recesión en los sectores de manufactura y construcción. Esta situación, sumada a la debilidad económica en Europa y Japón, ha generado una demanda de petróleo menor a la anticipada.

Por el lado de la oferta, la elevada cotización del petróleo entre 2010 y 2014 – que rondaba los $100 por barril – volvió viable la extracción de petróleo de esquisto (shale oil). A diferencia de los pozos petrolíferos convencionales, para extraer el shale oil se combina una excavación horizontal y una fracturación hidráulica (fracking) para liberar el petróleo atrapado en las rocas. Además, esta tecnología tiene un amplio margen de mejoras de eficiencia y la explotación es más flexible, por lo que se puede regular de acuerdo a la demanda. De esta manera, EEUU casi ha duplicado su producción, pasando de 5.5 millones de barriles al día en 2010 a cerca de 10 millones de barriles al día en 2015.

Esta combinación de factores ha generado un descalce entre el creciente nivel de oferta y la débil demanda global de petróleo. Como consecuencia, se han disparado los inventarios disponibles y hundido los precios a mínimos de más de 12 años. Ante la imposibilidad de manipular los precios al alza, los miembros de la OPEP decidieron abandonar su cuota de producción para defender su participación de mercado, seguir con el desplome de precios y así intentar llevar a la quiebra a sus principales competidores: los productores de shale oil.


Línea verde: Oferta
Línea amarilla: Demanda
Barras azules: cambio en stock
El aumento en stocks desde 2014 explica la caída en el precio del petróleo

Arabia Saudita, líder de la OPEP, está preparada para aguantar esta guerra de precios. Si bien su costo de extracción es muy bajo – entre $10 y $25 por barril – para mantener su presupuesto fiscal necesita un precio cercano a $80. Sin embargo, actualmente acumula $750 mil millones de reservas internacionales, suficiente como para resistir al menos tres o cuatro años más. Asimismo, su nivel de deuda entre PBI es de tan solo 6%, lo que le brinda un amplio margen para financiarse a través de bonos. Finalmente, el gobierno ya ha empezado reformas para controlar su déficit fiscal: ha reducido los subsidios en el petróleo, electricidad, agua y ha propuesto implementar un impuesto al valor agregado de 5%. 

Además de Arabia Saudita, Irak continúa aumentando su producción de petróleo, al tiempo que el gobierno atraviesa dificultades financieras para contener a los militantes del Estado Islámico en las regiones del norte y este. Por otro lado, las sanciones internacionales a Irán por su programa nuclear, que limitaban su capacidad para exportar petróleo, fueron levantadas el 16 de enero. Como consecuencia, Irán anunció que aumentará inmediatamente sus exportaciones en 500 mil barriles por día para recuperar su participación de mercado.
                            




Los productores de shale oil continúan mostrando mejoras de eficiencia, aunque el precio actual del petróleo todavía se sitúa debajo del punto de equilibrio promedio de la industria. En otras palabras, la empresa promedio opera con pérdidas. El mayor problema de esta situación es que muchas de estas empresas se han financiado a través de bonos high-yield (con una calificación de BB o menos)  y cada vez mayor apalancamiento. Esto las vuelve vulnerables ante escenarios de stress, como el actual declive en la cotización del crudo, en la medida en la que no puedan cumplir con sus obligaciones financieras y se tengan que declarar en bancarrota. Actualmente, los bonos high-yield del sector energía están en su nivel más bajo en dos décadas, cotizando en tan solo 56 centavos por dólar, lo que parece anticipar una ola de bancarrotas en 2016 y 2017.

Algunas empresas de shale oil no soportarán los bajos precios y quebrarán. Esto es inevitable, debido a la decisión de la OPEP de inundar el mercado. Sin embargo, la industria de shale oil ha llegado para quedarse y desplazar a los pozos petrolíferos convencionales, gracias a su flexibilidad para adaptar su producción a las condiciones de oferta y demanda. En la medida que continúen desarrollándose mejoras tecnológicas, este nuevo método de extracción situará a EEUU como un fuerte competidor de la OPEP, lo que permitirá formar un mercado global de petróleo más competitivo y menos susceptible a shocks de oferta y manipulaciones.

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