lunes, 18 de julio de 2016

Leer con URGENCIA: carta a un/a mejor amigo/a

Escribe: Diana Fernández

¿Has visto sufrir a un(a) buen(a) amigo(a) y sentiste que no podías hacer algo al respecto? ¿Viste cómo lo(la) lastimaban y eso te dolió tanto como a él(ella)? Entonces tienes que leer esta carta.

La mayoría –por no decir todos– hemos tenido algún(a) amigo(a) que pasó por momentos muy difíciles. Momentos que lo(a) llevaron a actuar equívocamente, atentando incluso contra su propia integridad. Tal vez fue poco o nada lo que pudimos hacer. Sea porque llegamos muy tarde a su vida o porque la situación –y la misma solución– escapaba de nuestras manos. Pues yo tuve una amiga que la pasó realmente mal. Una amiga que tocó fondo. Y en medio de la preocupación que me invadía, decidí escribirle una carta a modo de llamada de atención.

Este relato es bastante personal. Tan personal que por el contenido y la veracidad de los hechos, tuve que pedir la autorización de la protagonista para publicarlo.

Decidí escribirte está carta porque la situación se salía de control. Léela completa, por favor. Cuanto antes.

Esta carta va para ti. 

Para ti, quien dejó de ir al cumpleaños de su mejor amiga porque pensaba que era mejor quedarse en casa leyendo todas esas cartas de “amor” que él le mandaba para conquistarla y tenerla lo antes posible.

Para ti, quien se encerró varios minutos en el baño, mientras se secaba las lágrimas y ponía la música tan fuerte para que nadie escuchase todo lo que decidió expulsar en aquel momento de angustia y desolación. 

Para ti, quien trataba de ocultar -de mil formas posibles- aquellas heridas en su muñeca y, así, nadie se diera cuenta de la verdadera situación

Sí, para ti, quien ya va por la segunda cajetilla de cigarros en menos de 2 horas, mientras coge el celular cada 5 minutos porque la ansiedad puede más y porque algún mensaje suyo puede llegar en cualquier momento y tienes que responder al instante.

Para ti, quien siente, ahora, su cama fría y vacía por las noches de invierno, solo porque ya no hay alguien que le quite la frazada o la levante en las mañanas. 

Basta. No lo hagas más, por favor. 
Me duele verte sufrir y saber que puedo hacer poco o nada por revertir esta situación. Me duele ver cómo esa sonrisa que te caracterizaba ha desaparecido. Cómo ya no se dibuja más en tu rostro.

Me aterra sentir que pierdo tu amistad, porque nadie mejor que tú sabe lo que nos costó construirla. Ya no contestas mis mensajes y llamadas. Ya no te veo por los pasillos de la universidad, derrochando esa alegría y simpatía que a todos nos agrada.

Nunca te había visto tan deprimida y angustiada. No comparto los motivos que te hacen estarlo, pero intento ser empática y ponerme en tu lugar. 

Hay algo que debes saber: él nunca te amó. Sí, suena duro, pero así fue. Él solo te volvió más vulnerable y dependiente. Solo te usó a su antojo para los fines que tú ya bien conoces. 

Pero el objetivo principal de esta carta es que sepas si él no te amó, alguien más lo hará. No lo necesitas. Que no te quepa duda. Un amor del bueno no te hace sufrir de ese modo. Un amor verdadero te motiva a convertirte en una mejor versión de ti misma; en una mejor persona. Y si ese amor termina, te deja una lección y un grato recuerdo; no heridas en el alma y sufrimiento desmedido. 

Entiéndelo de una buena vez. 

Vamos. Distráete. Salgamos. No estás sola. Sabes mi número y mi dirección. Sabes que siempre puedes buscarme o llamarme. Así que hazlo cuanto antes. Antes de que sea muy tarde. Antes de que esto termine en una tragedia. Y no, no estoy exagerando. Me atrevo a decirte esto por el estado en el que te encuentras. 

Me hubiese gustado conocerte mucho antes para tener más tiempo de leer todos esos mensajes que, en aquellos momentos de desesperación, enviabas. Tal vez podría haber hecho algo al respecto; algo que te haga cambiar de opinión. Pero creo que llegué algo tarde. Muy tarde, en realidad. Llegué cuando las heridas habían carcomido tu alma y los estragos de una relación tóxica y dependiente se hacían notar en su máxima expresión. Llegué cuando no encontrabas suficientes motivos para seguir con tu vida; cuando te encontrabas sin rumbo ni dirección. 

Espero que cuando hayas leído esto hayas cambiado de opinión y te vea mañana en clase.

Un abrazo,

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