miércoles, 19 de noviembre de 2014

Israel y Palestina: mi Infelicidad Eterna

Escribe: Youssef Abi-Fadel


Uno no puede nunca desligarse de su esencia, de sus orígenes, las raíces desde las cuales como hombre se ha forjado un carácter y forma de ser únicos y al mismo tiempo colectivo. En mi caso soy peruano y libanés -este sábado 22 es el día de mi otra patria- y al mismo tiempo no me cuesta nada identificarme como árabe. ¿Qué implica esto para mí, aparte de tomar con deportividad las bromas de buena intención que me hacen quienes me tienen confianza? Pues supone un compromiso con la comunidad y este año ha sido sumamente difícil. Si he sido reticente a escribir sobre lo que ocurre en Medio Oriente con el actuar del despreciable Estado Islámico o con los tristes sucesos entre palestinos e israelíes es porque no me sentía preparado para la carga emocional que ello supone, pero hoy me toca reafirmar activamente mi compromiso por la paz en la región, aun cuando la impotencia de no poder estar ahí sea más que desgastante.



Ayer en el barrio de Har Nof al oeste de Jerusalén, un lugar en el que reside una mayoría judía ultraortodoxa, dos jóvenes palestinos atacaron y asesinaron con hachas, cuchillos y una pistola a 4 rabinos -tres de ellos de nacionalidad estadounidense y uno británico- en la sinagoga Bnei Torah Kehilat Yaakov. Los atacantes, los primos Ghassan y Uday Abu Jamal que vivían en el barrio palestino de Jabal Al Mukaber, fueron inmediatamente rodeados por una unidad antiterrorista y durante el tiroteo, del cual salió gravemente herido y luego muerto un policía, fueron abatidos.

85 días habían pasado desde la tregua pactada entre Israel y Palestina, el escenario de nuevo se torna sombrío y aún más apremiante pues el conflicto ya no sería entre enemigos visiblemente identificables, como el Estado Israelí y Hamás, sino más bien entre las propias poblaciones en una ola de violencia en la que actos de ataques individuales en Jerusalén se han ido sistematizando, como fueron los atropellos del 5 y 8 de noviembre, luego el 10 murieron 2 personas en Cisjordania y Tel Aviv, con la venganza de colonos israelíes que incendiaron una mezquita en el pueblo de Al-Mughayir, muy cerca de Ramallah. De acuerdo con fuentes como Al Jazeera y Le Monde, la celebración de las muertes del pasado martes por parte de Hamás y el movimiento de la Yihad Islámica –así como la manifestación de población palestina en barrios de Jerusalén- responde a una venganza tras la muerte de un chofer de bus palestino, Youssef Ramouni, encontrado colgado y señalado como suicidio por el médico israelí y refutado como “crimen racista” o “crimen de odio” por el palestino. Asimismo, ambos grupos “aplaudieron” los hechos como lo que consideran una respuesta “lógica” a las “provocaiones” de Israel en la Explanada de las Mezquitas (Monte del Templo para los judíos), según El País.
Los pronunciamientos de las respectivas autoridades del Estado de Israel y la Autoridad Nacional Palestina no se han hecho esperar. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, acusó al presidente palestino Mahmud Abbas de incitar a la violencia –alguna denuncia contra Irán fue más que evidente- y afirmó que su país reaccionaría con “mano de hierro” (esperemos no sea como el “Domo de Hierro”) y la primera acción que se ha tomado fue, lo que a mí parecer es una confusión entre preservar la seguridad de la población israelí y un acto de prepotencia poco pensado de la ultraderecha que apoya a Netanyahu, la demolición de las casas de los atacantes, una política que había sido desechada en 2005 pero fue recuperada en el 2014. Amnistía Internacional sostuvo que “castigar a las familias de sospechosos mediante la destrucción de sus hogares es un castigo colectivo prohibido por el derecho internacional”. Por su parte, Mahmud Abbas emitió una declaración en la que condena por primera vez desde el primero de la ola de atentados –ocurrido el 22 de octubre- “el asesinato de civiles, sea quien sea que lo haga” y más aún a “fieles judíos en su lugar de oración”. Desacertadamente el ministro de economía de Israel, Neftalí Bennett, ultraderechista y sionista dogmático, dijo que “Abbas es uno de los mayores terroristas que ha dado el pueblo palestino”. 

Como si ya 66 años de conflicto no fueran suficientes y más de 2000 muertes en los enfrentamientos entre julio y octubre bastante castigo, los políticos pueden ser capaces de caldear aún más los ánimos. ¿Qué digo “ánimos”? Esto es el más puro y brutal de los odios. Ayer una amiga me preguntó por qué estos individuos matarían a cuatro rabinos y pondrían en peligro la tregua, otro amigo me ahorró el discurso y atinó a decir: “se odian”. La última ola de violencia centrada en Israel no puede aislarse de la expropiación ilegal que Israel hace de territorio en Cisjordania y pisoteando constantemente la legitimidad de la Autoridad Nacional Palestina… una Intifada como la de 1987-1991 o 2000-2005 podría estar a la vuelta de la esquina y más muertos como moscas resultado de una ira y desprecio bilateral, no solo religioso, sino nacional.

“No hay muerto que no me duela,
no hay un bando ganador,
no hay nada más que dolor
y otra vida que se vuela.
La guerra es muy mala escuela
no importa el disfraz que viste,
perdonen que no me aliste
bajo ninguna bandera,
vale más cualquier quimera
que un trozo de tela triste.”

Sabias palabras de Jorge Drexler, rezo por lo míos, libaneses, palestinos e israelíes, cosa que me hubiera costado pensar antes; pero no puedo odiar, no lo haga tampoco usted mi querido lector.

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2 comentarios:

  1. Creo que este artículo merece una continuación, Youssef. Una continuación que quizás amerite explorar los principios que ayuden a entender lo que pasa ahora. Por otro lado, te felicito porque sé lo díficil que es para ti este tema y por no haber tomado una propuesta parcializada (que es aún más díficil). Distinguible.

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    1. Se vendran posts a pedido del publico para entender el escenario que, claramente, es muy confuso y de larga data.

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