jueves, 6 de noviembre de 2014

Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

Redactor invitado: Luis Fernando González-Prada


La recuperación de Estados Unidos ya es una realidad. El PBI creció 4,6% en el segundo trimestre del 2014 y de nuevo 3,5% en el tercer trimestre del 2014, muy por encima del crecimiento potencial del país americano que se estima alrededor de 2%. Además, el desempleo ha caído por debajo de 6% y la inflación se acerca cada vez más a la meta del 2,0%. Es por esto que la semana pasada la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) decidió concluir de manera definitiva la tercera ronda de su programa de flexibilización cuantitativa o quantitative easing (QE3) que buscaba empujar a la economía fuera de la recesión.




La FED se vio obligada a adoptar esta política no convencional a fines del 2008, luego de que su política tradicional, reducir la tasa de interés de referencia, no tuviera efectos significativos sobre la economía. Como la tasa de referencia no puede ser negativa, la autoridad monetaria tuvo que idear una serie de medidas alternativas para reactivar la economía. La última de ellas, denominada QE3, consistía en comprar mensualmente activos respaldados por hipotecas (ABS) y bonos de largo plazo por US$ 85 mil millones de manera indefinida para inyectar liquidez a la economía y llevar la tasa de interés en términos reales hasta niveles negativos.


Esta política tuvo tres impactos importantes sobre la economía global:

En primer lugar, la menor tasa de interés impulsó las bolsas de valores hasta niveles sin precedentes. Una menor tasa de interés (y una menor tasa de descuento) hace que el valor esperado de los flujos futuros de los activos sea mayor y, por lo tanto, que su precio suba. A través de esta política se buscaba generar un aumento del patrimonio de las familias para incentivarlas a consumir e invertir.





En segundo lugar, hubo un enorme flujo de capitales hacia el extranjero. La inyección masiva de dólares a la economía norteamericana hizo que el dólar se depreciara de manera sostenida. Esto, a su vez, hizo que se hiciera más rentable invertir en monedas extranjeras pues, cada dólar invertido hoy podría recomprar una mayor cantidad de dólares mañana. Además, las economías emergentes en particular, presentaban tasas de interés mucho más atractivas que las - ahora reducidas - tasas en dólares.





"No me subestimen" (?)
Finalmente, el costo de financiamiento en dólares se redujo, no solo por la menor tasa de interés, sino también porque la depreciación del dólar llevó a que el valor en moneda nacional de la deuda en dólares se hiciera cada más pequeño. Así, conforme el dólar seguía depreciándose, cada dólar recibido hoy podía recomprar una mayor cantidad de dólares mañana, y esto hacía que fuera cada vez más barato repagar los préstamos en dólares. Por esta razón, no solo personas, sino también muchos países optaron por endeudarse en dólares.

Sin embargo, a mediados del 2013, todo cambió radicalmente. En mayo, la FED anunció que el ritmo de compra de activos comenzaría a reducirse a medida que la economía estadounidense se recuperara. El tapering, como fue denominado más adelante, ocasionó pánico en los mercados financieros en la medida en que los inversionistas buscaban anticiparse al momento en que la FED dejaría de inyectar dinero y subirían las tasas de interés.

Los capitales dejaron sus posiciones en países emergentes para volver a activos menos riesgosos en países desarrollados. Las bolsas alrededor del mundo cayeron ante la expectativa de que la tasa de interés aumente y esto reduzca el valor de los activos. Además, la presión sobre el dólar llevó a una depreciación de las monedas emergentes y, por consiguiente, se revirtió la tendencia que venía observándose durante los años anteriores: comenzó a aumentar el valor relativo de las deudas que se habían tomado en dólares. Esto desencadenó un efecto hoja de balance que dejó al borde del abismo no solo a familias, sino a países enteros que habían buscado aprovecharse de la depreciación del dólar.

Hoy, terminada la política no convencional, todavía no se puede decir que lo peor ya pasó. Los mercados están a la espera de que la FED comience a revertir su política convencional expansiva y aumente su tasa de interés de referencia. Los portavoces de la FED aseguran que esto aún no ocurrirá por un tiempo "considerable" y los analistas están de acuerdo en que sucederá en algún momento entre marzo y setiembre del 2015. Sin embargo, los inversionistas ya han comenzado a anticiparse y esto es lo que ha causado la volatilidad que se ha observado durante las últimas semanas.

Uno podría pensar que parte del efecto negativo que trae consigo el endurecimiento de la política monetaria de Estados Unidos es contrarrestado por la recuperación de su economía. Sin embargo, esto todavía no se evidencia en el canal comercial: entre enero y agosto, nuestras exportaciones a Estados Unidos cayeron 28%, mientras que nuestras importaciones desde allá aumentaron alrededor de 20%. Parte de esto se debe a que, dado que el BCR amortigua la depreciación del tipo de cambio, estamos perdiendo competitividad frente a otros países que no tienen que preocuparse por la dolarización de su economía y permiten que el tipo de cambio se mueva como manda el mercado.


Negociando el futuro económico con el Tío Super Sam
Con todo esto en mente, lo único que se puede decir es que se nos vienen tiempos difíciles. A diferencia de ocasiones anteriores, no será el mercado internacional el que nos impulse hacia adelante con precios altos de materias primas ni bajos costos de financiamiento. Con tipos de cambio en aumento, deudas en moneda extranjera que se hacen cada vez más difíciles de pagar y precios de importación que presionan al alza la inflación, las perspectivas no son particularmente pr
ometedoras. Todo esto dejando de lado los problemas internos que ya comienzan a evidenciarse en la economía peruana. Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

Hay todavía dos luces al final del camino para el Perú: la entrada de nuevos proyectos mineros como Las Bambas, Toromocho y Constancia, que aumentarán 50% la producción de cobre para el 2016 y las grandes concesiones de infraestructura que están otorgándose a través de asociaciones público-privadas y obras por impuestos nos ayudarán a sobrellevar esta tormenta perfecta.

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