viernes, 7 de noviembre de 2014

...Y siguen esperando

Redactor invitado: Rodrigo de Piérola

Pasa cada cierto tiempo. Como los eclipses o los temblores. Cuando se cumple el tiempo sale el titular “El Vaticano planea cambiar (incluya su tema preferido: aborto, homosexualidad, divorcio, celibato, etc.)” y, por supuesto, pasada la tormenta el tema regresa a cero. Mucha gente, entre creyentes, agnósticos y ateos esperaron que las declaraciones del papa Francisco al iniciar el Sínodo de la Familia y los primeros documentos que decían “los divorciados pertenecen a la Iglesia y no hay que discriminar a los homosexuales” significaban otra cosa, una alteración de la enseñanza católica sobre el tema.  Nada lo refleja más claramente que el titular de La República
“Documento del Vaticano retrocede hacia una visión más conservadora de la homosexualidad”.
Este titular confunde muchas cosas. La primera fue que la frase apareció en uno de los muchos documentos trabajo que se manejaron en el Sínodo, justo cuando el Papa había pedido discutir todas las opciones. Lo que se olvida es que el Papa también habló de respetar las ideas contrarias y luego decidir como grupo; o sea que un documento intermedio no era la voz oficial del Sínodo. La segunda, y esto es típico, es confundir lo pastoral con lo teológico. Es básicamente imposible que en estos temas haya un cambio teológico, es decir, una modificación de la creencia. Lo que sí puede haber, y lo hay desde Juan Pablo II es un nuevo enfoque pastoral en el que se acepta a la persona con sus imperfecciones (como las tenemos todos) sin que eso quiera decir que se niega el error. La tercera es proyectar ideas propias sobre cómo debiese ser la Iglesia y luego quejarse que no suceda así. Se me puede decir que querer el cambio no es malo -y no lo es- pero lo divertido es que lo que más piden el cambio son quienes en verdad igual no quieren a la Iglesia. No importaría que el Papa mañana cambiara todas y cada una de la normas que consideran inconvenientes, no creerían más en Jesús e igual no perdonarían a la Iglesia por no haberlas cambiado antes. La cuarta es esta manía que usar la palabra conservador como insulto; salvo un par de periodistas, cada vez que se refieren a algo o alguien como conservador quieren decir malvado, retrógrada y opresor.

Lo peor, para terminar, es que cuando el debate sobre la iglesia lo manejan personas fuera de ella o el alguno de sus extremos en vez de la mayoría dentro de esa gran familia que es el catolicismo. Respeto que otros tengan ideas distintas y hasta opuestas y celebro que se debatan pero también, al final, el catolicismo es problema de los católicos.


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