Escribe: Anónimo
Durante mucho tiempo la
literatura de desigualdad de género se ha enfocado principalmente en resaltar
las diferencias salariales. Sin embargo, esta desigualdad también
está presentes en los precios que pagan. Así, no solo hay una diferencia en lo
que reciben por su trabajo sino también en lo que pueden comprar con su salario.
Estimado lector, preste mucha
atención a las siguientes figuras y encuentre las diferencias:
Figura 1: ¿Comprarías el rosado?
Figura 2: ¿Un unicornio que vale casi 14 dólares?
Figura 3: Hablan las imágenes
Figura 4: Un 3 en 1 que es más barato que un 2 en 1
Figura 5: Hasta en los pañales...
Figura 6: El resumen
Estas imágenes fueron tomadas de
un estudio del Departamento de Asuntos del Consumidor de Nueva
York titulado: "From Cradle to Cane: The Cost of Being a Female Consumer". Entre
sus principales conclusiones señalan que:
- A lo largo de su vida, una consumidora femenina se enfrenta a diferentes poderes de mercado. Las menores brechas las enfrentan cuando son bebés y niñas, mientras que las mayores cuando están en la etapa adulta y compran productos de cuidado personal. La ropa para adultos y los productos para personas de la tercera edad se encuentran en el medio.
- Controlando por la calidad, las mujeres pagan aproximadamente un 7% más que los varones para productos similares.
Por otra parte, según el INEI, al
2015, la brecha de salarios entre varones y mujeres en el sector público es 15%
mientras que en el sector privado es del 32%. Si consideramos el cálculo del 7%, la verdadera brecha en el sector público
sería de 20.56% y en el sector privado de 36.44%.
¿Por qué pasa esto?
Sin duda, es una pregunta difícil pero la teoría de discriminación de precios de tercer grado puede dar algunas
luces. En términos sencillos, una empresa discrimina precios cuando cobra un
precio diferente por un mismo producto. En el caso de la discriminación de
tercer grado se deben satisfacer tres condiciones:
- Diferentes grupos de consumidores
- Poder diferenciar qué personas pertenecen a qué grupos
- Los consumidores a los que les cuesta menos no puedan venderles a los que pagan más
Estas tres condiciones se cumplen
en el caso de la venta de productos en su versión “femenina” y “masculina” ya
que existen diferentes grupos, se puede saber quiénes pertenecen a cada grupo y
es bien difícil que un consumidor que haya comprado una versión “masculina” se
la venda a alguien que tiende a comprar la versión “femenina” del producto.
De esta forma lo que predice la
teoría es que las empresas van a cobrar un mayor precio a aquel grupo de
consumidores que es menos sensible a cambiar lo que consumen ante cambios en
los precios –menor elasticidad de la demanda-. En nuestro caso en cuestión lo
que está pasando es que los consumidores de la versión “femenina” del producto
son menos elásticos que los consumidores de la versión “masculina”.
Existen dos posibles explicaciones
a esta diferencia en las elasticidades. La primera está más relacionadas a las
preferencias: cuando alguien compra la versión “femenina” del producto se
preocupa más por la calidad del mismo; en cambio cuando se trata de la otra
versión solo se busca algo barato. La segunda, y la que creo más plausible, es
la referente al tamaño del mercado y la competencia: existe un mayor tamaño de
mercado y más productos sustitutos disponibles para la versión “masculina” del
producto, mientras que en la versión “femenina” el mercado es más pequeño, hay
menos sustitutos. Esto hace que así se fije un precio más alto compradores
estén menos dispuestos a cambiar lo que consumen porque tiene menos opciones
disponibles.
¿Entonces, si quisieran ahorrar,
deberían las chicas comprar productos en su versión “masculina”? ¿O es que deberíamos empezar a preocuparnos más por los temas de igualdad de género que nos involucran a todos? ¿Los reguladores realmente están protegiendo a las consumidoras del mayor poder de mercado al que se enfrentan?
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