miércoles, 10 de septiembre de 2014

Democracia postergada en el P5 más caleta

Escribe: Youssef Abi-Fadel


La Declaración Conjunta Sino-Británica firmada en diciembre de 1984 entre Deng Xiaoping y Margaret Thatcher, la “Dama de Hierro”, fue el marco legal bajo el cual se acordó la devolución de la región de Hong Kong a la Republica Popular de China (RPCh) prevista para 1997, en la cual el gobierno chino se comprometía a respetar y mantener incólumes el sistema económico y las libertades de su población, como la libertad de prensa y de manifestación, durante 50 años, en los cuales Hong Kong funcionaria bajo el tratamiento de una Zona Económica Especial (ZEE). En ese mismo contexto, mas allá de un “Gran Salto adelante” y supuestas revoluciones comunistas, la China de Deng Xiaoping presionó a Portugal por la devolución de Macao en 1999, también ubicado en la estratégica zona costera del mar del sur. Desde ese entonces se implanto la máxima “un país, dos sistemas” bajo la cual comunismo y capitalismo operaron simultáneamente y orquestados por la autoridad en Beijing, aunque pareciera que la intención del líder chino era instar a los ciudadanos de Taiwán a reincorporarse a la China Continental, una empresa que en el presente año ha estado más cerca que nunca. Lo cierto es que la reforma económica e institucional más agresiva y determinante hacia realidad la frase que con gran clarividencia Napoleón enuncio: “Cuando China despierte el mundo temblará”.

Desde su integración, Hong Kong permanece bajo el régimen dictatorial de Beijing, pero, paradójicamente, se consolida como el territorio más libre en materia económica del mundo. A partir de su constitución como ZEE, y ya desde que se encontraba bajo la regencia de una colonia británica, Hong Kong se consolida como un hub financiero y nexo entre las capitales y puertos mas prósperos del sudeste asiático… la reforma no solo era oportuna por lo que ocurría en la propia China, sino también por el crecimiento de sus vecinos, los “Tigres del Sudeste Asiático”, Corea del Sur, Singapur y Taiwán. Tal ese asi que el PBI per capita de Hong Kong asciende a USD 38,123.53 (por poco menor a Japón con USD 38,492.09 y muy superior a China con USD 6,807.43). Hong Kong rankea primero en el Fraser Institute on Economic Freedem desde su creación en 1970 gracias a una mínima regulación y gasto gubernamental que favorecen la movilidad de capitales financieros y comercio de bienes y servicios, convirtiendo este territorio en un punto predilecto para fácilmente abrir sucursales de compañías globales y aprovechar oportunidades de outsourcing, lo cual contrasta sobremanera con los engorrosos obstáculos burocráticos de la RPCh. Hong Kong es el puente natural de comunicaciones con Taiwán y si a todo lo anterior añadimos los efectos de spillovers generados por el meteórico aumento del turismo chino por la reducción de restricciones legales nos daremos cuenta de que nos encontramos aparentemente ante una panacea.

Eventualmente Hong Kong tendría que convertirse en una democracia como se prevé en su ley básica. No obstante, los hechos ocurridos durante la última semana como consecuencia de un sistema electoral leal (entiéndase subordinado) a Beijing contrastan claramente con este supuesto. La RPCh continúa negando la democracia a Hong Kong en un proceso de radicalización del aislacionismo político chino que vería una democracia interna como una mala influencia. Asimismo, China ha avanzado en la reducción del Estado de Derecho y cuenta con más empresas estatales en este territorio, una relación de mutua dependencia política y económica muy sensible para los intereses de Beijing.

Lo acontecido en la última semana ha sido la represión, y ciertamente la dilución, de las reclamaciones por una mayor apertura democrática en las elecciones de 2017 planteada por el colectivo Occupy Central (OC). Uno de sus principales líderes, el profesor de Derecho de la Universidad de Hong Kong, Benny Tai, ha llegado a movilizar masivamente a los estudiantes pero ve pocas probabilidades de éxito en sus manifestaciones. El domingo 31 de agosto Beijing anunció una reforma electoral que descarta la nominación popular de candidatos a elecciones locales, a lo cual OC respondió con un llamado a una “era de desobediencia civil” que fue sepultada y con ella las posibilidades de que una ocupación en la zona financiera exhortara a Beijing a cambiar el rumbo de sus medidas. Las opiniones acerca del potencial impacto de la manifestación sobre la economía de Hong Kong contrastan, aunque la tendencia seria un decrecimiento de la oposición sin siquiera saber cuáles serán las acciones que tomara Beijing. La reforma pro democrática tendría que ser aceptada por dos tercios de los 70 miembros del Consejo Legislativo de Hong Kong, pero la expresa negativa de 27 de ellos haría perdurar el actual sistema.

Más aun, la Comisión Permanente del Consejo del Pueblo Chino anuncio la formación de un comité electoral “ampliamente representativo” compuesto por 1200 miembros que elegirían a 2 de los 3 candidatos a la primera elección directa del primer ministro en Hong Kong programado para 2017, es decir, tanto el comité como los candidatos serían elegidos “a dedo” por Beijing; además, el candidato electo debería ser confirmado por el gobierno central, con lo cual las primeras elecciones directas son solo un eufemismo político de representatividad de la ciudadanía de Hong Kong, la imposición política de Beijing continuaría y con ello manifestaciones que se acrecientan durante el último lustro como consecuencia de la amenaza de la libertad de expresión en el único territorio chino en el que se congregan organismos pro-democracia y derechos humanos para protestar.

China ya reiteró su advertencia ante la interferencia extranjera, mientras mantiene su silencio frente a la crisis en Ucrania y en Irak en las que se ven enfrascados los demás miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Francia, Rusia, Gran Bretaña y EE.UU. Esperemos que no se repita un Tiananmen en el P5 más caleta.



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