miércoles, 21 de enero de 2015

La Cautiva y sus malos entendidos

Redactor invitado: Abel Puerta Alarcón

[Spoiler Alert: el siguiente artículo revela información importante de la trama de la obra. Si bien la temporada en el teatro ya terminó, quizás la vuelvan a poner en escena. Uno nunca sabe. Estás advertido.]

Cuando el procurador antiterrorismo Julio Galindo declaró hace unos días que la obra de teatro La Cautiva ya no sería denunciada por apología del terrorismo, fue inevitable sentir, con cierta exasperación, que se había llegado a la única conclusión posible. No era posible defender, bajo ninguna interpretación razonable, que La Cautiva contuviese mensajes pro-senderistas, ni que alabase a Abimael Guzmán o a la guerra popular. Estas acusaciones se caen por sí mismas. Sin embargo, hay que reconocer que la obra construye su ficción sobre puntos problemáticos que la hacen difícil de apreciar si uno no está acostumbrado a obras de arte que exijan cierto esfuerzo intelectual para abordarlas. Si una obra nunca te ha hecho cuestionar tus valores, creencias, tus ideas sobre el bien y el mal o tu interpretación del pasado, entonces es difícil que un mensaje tan potente y ambiguo como el de La Cautiva sea asimilable rápidamente. Reflexionar sobre todos estos puntos problemáticos requiere una mayor extensión de la que es posible en este artículo, así que nos centraremos en el más importante: la naturaleza de la protagonista. 


Elenco de "La Cautiva"

Ella es un problema en sí misma. Su nombre es María Josefa, tiene 14 años, es ayacuchana e hija de dos terroristas que pertenecían a Sendero Luminoso en la década de 1980. Los tres fueron asesinados en su casa al descubrirse que su madre era una líder importante en la organización terrorista. El cuerpo de la niña fue llevado a una morgue donde su cuerpo sería preparado para que los militares la violen a su gusto. Esta sola descripción basta para plantearnos el siguiente problema: ¿qué representa María Josefa? Ella pertenece a un grupo que sufrió la lucha contra el terrorismo del cual se ha hablado muy poco: los niños que nacieron y crecieron bajo el tutelaje de terroristas. A medida que María Josefa cuenta su historia descubrimos que sus padres no lograron adoctrinarla, que ella consumía su tiempo pensando en lo que normalmente piensa una niña de su edad: el colegio, su quinceañero, el chico que le gusta, entre otras cosas. Cuando ella habla de los ideales de sus padres lo hace desde un territorio ajeno que no le pertenece porque no lo comprende. Ellos hablan de los derechos del pueblo, la revolución, el partido comunista y el presidente Gonzalo, y una niña que vive con ellos naturalmente tiene que escuchar toda esa retórica aunque sea incapaz de entenderla. 


Cuando María Josefa recuerda lo que ellos hablaban en casa siente un poco de culpa porque reconoce que no entendía de qué se trataba. Esto es bastante normal: los niños se sienten en falta cuando hacen algo que a sus padres no les gusta. Ella se siente mal porque sus padres no quieren organizarle una fiesta por su quinceañero, pues ellos desprecian esas costumbres que pertenecen a una sociedad decadente que pronto sería abolida por la guerra popular. Ellos solamente hablan de la revolución y el partido comunista, y ella se siente en falta porque no logra interesarse por aquello que apasiona a sus padres. Por eso pide que no la malinterpretemos: ella que sí quiere lo que sus padres quieren para el pueblo, una sociedad donde no le falte nada a nadie, y se siente un poco culpable de querer una fiesta de quinceañero. Pero sigue siendo una niña que no entiende lo que sus padres hablan y defienden. 

Este contexto es problemático porque podemos concluir erróneamente que María Josefa era una terrorista en potencia o que ya lo era cuando llegaron los militares. Sin embargo, no podemos situarla en el bando senderista: ella es una niña inocente que ha sufrido la muerte sólo por ser hija de dos terroristas. No creo que sea necesario explicar que nadie es capaz de elegir a sus padres. Nadie elige la familia en que va a nacer. Es aquí donde hay tierra fértil para el surgimiento de una mala interpretación de la obra: que María Josefa representa a Sendero y que los terroristas aparecen como víctimas de la violencia militar. Esta interpretación no se defiende por el hecho de que la niña no representa la ideología de sus padres. María Josefa es una niña inocente que sufrió la retórica senderista y la violencia militar. Es una niña que no tuvo quien la defienda de sus padres ni de los militares. En pocas palabras, María Josefa representa a las víctimas invisibles de la lucha contra el terrorismo, aquellas que no tuvieron quién las defendiera de los excesos de los terroristas ni de los militares.


La Cautiva no solamente logró un excelente guion. Además, contó con grandes actuaciones de Emilram Cossio, Nidia Bermejo y Alaín Salinas.


Como la protagonista no puede identificarse con Sendero Luminoso, su muerte necesariamente implica cuestionar la labor de las fuerzas armadas. Sin embargo, la obra está lejos de caricaturizar a los soldados que pelearon contra Sendero. El otro punto problemático es la manera cómo aparecen los militares en la obra. Se ha criticado que las fuerzas armadas aparecen como una legión de bárbaros que no dudan en pisotear los derechos humanos con tal de acabar con la amenaza senderista. Sin embargo, la obra va más allá. El monólogo del capitán que desea violar a la niña menciona brevemente algo fundamental que no se desarrolló lo suficiente: los soldados fueron a pelear al infierno bajo las órdenes de las autoridades que residían en Lima, quienes sólo esperaban que los militares resolvieran sus problemas a cambio de un pésimo trato, ningún reconocimiento y “una pensión de mierda”. La distancia entre las Fuerzas Armadas y el Gobierno es evidente. Esto merece ser resaltado para no cometer el error de asumir que la obra trata a las Fuerzas Armadas como agentes sin racionalidad, sin humanidad. Pero eso es material para otro artículo.

No cabe duda que La Cautiva es una obra compleja que deja planteadas muchas incógnitas que no se resuelven en la obra. Quizás el principal error de una parte del público sea esperar que la obra tenga un mensaje claro y unívoco. El arte a veces se limita a plantear un dilema que no tiene por qué resolver. La Cautiva no tiene por mensaje alguna verdad histórica porque no es una investigación académica: es una obra de ficción. Una de las mejores que se hayan escrito en este país.



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